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¿LA MERITOCRACIA ES EL SUBSIDIO DE LA ARISTOCRACIA?

Por Sebastián Tresguerres

 

El “mérito” puede tener diferentes sentidos según la ideología. Para la derecha del arco ideológico, tiene un sentido de valoración de los logros obtenidos: merece quien produce. Por eso la derecha es capitalista. Más hacia el centro: merece quien se esfuerza o quien es bueno; y hacia la izquierda: el merecer es un derecho.

Para el PRO el mérito está asociado a la idea de producción de resultados, y las palabras derivadas que les sirven para infiltrar más disimuladamente el concepto en distintos públicos son “talento” y “emprendedor”.

En el radicalismo y algunos partidos socialprogresistas en cambio al mérito se lo significa más en la variante del esfuerzo: merecen quienes se esfuerzan, incluso aunque no terminen logrando los objetivos que tenían. Y también incorporan la idea del mérito moral, merecer por ser bueno o por ser potencialmente capaz (una capacidad supuesta, detentada en los pergaminos, sobre todo en los pergaminos de la educación, por eso aman “la educación”). Merecer más por ser potencialmente capaces que por ser realmente capaces, lo que viene a ser una especie de anti-pragmatismo. El talento como talento potencial, sin necesidad de que haya “éxito”. Lo cual lleva a otro tema: la valoración de las formas en mayor medida que los contenidos y los resultados.

Uno de los ídolos máximos del radicalismo es Arturo Illia, pero si vamos al mérito ¿cuál fue el mérito de haber llegado a presidente estando proscripto el peronismo en las elecciones? Pero es un ídolo igual. Aquí ya tenemos un ejemplo de que el mérito no lo es todo.

¿Por qué las “figuras” santacruceñas de Cambiemos se solazan y enorgullecen en repetir una y otra vez que ellos conocen al kirchnerismo como la palma de su mano porque el kirchnerismo les viene ganando a los de su bando desde hace décadas? ¿Cuál es el mérito político de ser tan perdidosos?

 

Casinos y lenguaje inclusivo

Fijate que muchos republicanistas detestan a los casinos. No sólo porque les hacen malgastar el dinero a la gente, sino además porque ganar en el casino no tiene mérito: el azar no es meritocrático.

La timba financiera se asemeja en este aspecto a los casinos: ganar dinero sin mucho esfuerzo. En este tema los radicales tradicionales suelen ser coherentes: no les gustan los casinos pero tampoco los especuladores financieros. Ahí hay una diferencia con el PRO (o con el radicalismo línea financiera). El PRO no ve a las ganancias financieras como un ganar dinero sin esfuerzo sino como una sofisticación del talento económico. (Luego en la realidad todos los partidos políticos cuando gobiernan terminan tranzando con los casinos, pero ese es otro tema).

Es probable incluso que a muchos les joda el lenguaje inclusivo, además de por los motivos expresados habitualmente, por el hecho de que se hizo sin esfuerzo: de repente le ponés una “e” o una “x” a todo, de un día para el otro, y listo, ¿en dónde está el mérito de ese lenguaje? Un lenguaje, para los republicanistas, tiene que ser el resultado del esfuerzo de siglos de historia.

El kirchnerismo y los peronismos de izquierda, en cambio, suelen resignificar el concepto de mérito (sin tener en mente esa palabra) como un derecho social: todos tenemos derecho a merecer, por el mero hecho de ser personas, seres humanos. Por eso una pata de su doctrina es la ampliación de derechos.

La cuestión es que para esforzarse hace falta tener una base previa: un empleo, o maquinarias, o dinero. El esforzarse no es un punto de llegada, pero tampoco un punto de partida, está en el medio de un recorrido. Para esforzarse y para tener éxito hay que tener voluntad de sacrificio pero también tienen que darse condiciones previas.

La izquierda-izquierda (por ejemplo el Partido Obrero) se va para otro extremo: el merecimiento es por clase social. Merece la clase de los trabajadores y no merecen las otras clases sociales. Un trabajador que se rompe el lomo merece, y un trabajador ñoqui también merece. Por el mero hecho de pertenecer a la clase de los trabajadores.

Por varias de las cosas dichas más arriba es que los republicanistas ideologizados detestan (supuestamente) los subsidios y los planes sociales: porque, aparentemente, se reciben sin esfuerzo, sin talento, y sin haber cumplido objetivos. Lo interesante es que al adoptar esa postura se autoubican tácitamente en un supuesto bando de talentosos y esforzados. Por eso muchos republicanistas creen ser más capaces de lo que son: repitiendo las consignas de su manada se autoconvencen.

 

La meritocracia no sólo es lo que es sino también lo que todos creen que es

Las palabras no son sólo lo que dice su definición en el diccionario. Van acumulando intencionalidades y significados indirectos. En cuanto a la palabra “meritocracia”, los republicanistas le fueron inyectando las siguientes concepciones: 1) el mérito pertenece a la actividad privada y el anti-mérito a la pública. 2) El mérito es “anti-populista”. 3) El mérito y sobre todo su derivado “el talento” son de génesis primordialmente individual. A lo grupal lo asocian con la turba, con el sindicalismo, el peronismo, el fútbol. 4) Los exitosos triunfan gracias a ellos mismos, y los que fracasan lo hacen por su propia culpa.

Lo que dije es lo que el bando de los republicanistas asocia a la palabra “meritocracia”, pero los del bando contrario también. A estos últimos no les parece que la llamada “meritocracia” sea meritoria ni loable, pero concuerdan en que significa eso. Así que es natural que la “meritocracia” sea un parteaguas ideológico.

 

La Constitución es anti-meritocrática

Los republicanistas adoran la Constitución nacional y las leyes, y promueven la meritocracia, pero ¿sabías que la Constitución es anti meritocrática? La Constitución, los derechos humanos y los derechos que benefician a las minorías tienen, en general, una esencia “anti meritocrática”. Para un meritocrático de cepa dura, no habría que darles facilidades a las personas con discapacidad, ni a las minorías, ni a los relegados. ¿Cuál es el mérito de los discapacitados para dejarlos viajar gratis en colectivo? ¿Por qué hay que darles cupos a las mujeres si no hay ningún mérito en nacer con ovarios?

El espíritu de la democracia es anti meritocrático, de hecho la democracia es el alejamiento de la aristocracia. Por poner un solo ejemplo: la Constitución dice que todos tenemos derecho a tener trabajo y vivienda digna. Todos, per sé, lo merecemos, sin que haya que medir talentos o comparar esfuerzos.

Quizás queriendo ganar de mano en esto, en muchos programas de televisión del bando de los republicanistas se ha bombardeado en estos días lo contrario: que la democracia y la república son per sé meritocráticas. Pero todos podemos ver que no sólo la Constitución no es meritocrática sino tampoco la vida real. En la vida real hay de todo, y bastante mezclado.

La meritocracia es una concepción que va puesta arriba de la democracia, pertenece a otro plano de abstracción.

 

El relato

La meritocracia es un relato disfrazado de no-relato. Todos los partidos políticos tienen “relatos”. Lo que tiene de particular el kirchnerismo es que fabrica relatos propios porque tiene un proyecto político propio y creatividad política; pero los partidos conceptualmente aburridos, los replicantes de fórmulas, también manejan relatos, sólo que construidos por otros y transmitidos más subliminalmente a lo largo de la historia, masajeados desde hace más tiempo, lo que permite que se vayan acomodando y pasando inadvertidas ciertas contradicciones. Por ejemplo: los mismos que defienden la meritocracia también defienden la herencia de la propiedad privada. Los ricos que son inútiles y vagos está bien que sin mérito hereden fortunas.

Hay leyes y artículos de la Constitución que se cumplen y leyes y artículos de la Constitución que no. Y da la casualidad de que las leyes que más suelen cumplirse son las que benefician a los poderosos económicos, que son quienes más le hacen el lobby a la “meritocracia”. El artículo 14 bis, por ejemplo, dice que los trabajadores tienen que tener participación en las ganancias de las empresas y en el control de la producción, y colaboración en su dirección. Lo dice la afamada Constitución, y fijate cómo se cumple.