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Luciano
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UNA ENCOMIENDA CON AROMAS A NOSTALGIA

En estos tiempos de pandemia, en donde proyectarnos en un futuro se vuelve una tarea inaccesible, donde el presente se hace agobiante, el pasado se convierte en refugio; es un espacio temporal que ya habitamos y eso nos brinda certezas. Cualquier situación, aroma, melodía, frase, libro, película nos lleva por un viaje a un tiempo remoto en el que se van sumando afectos, caras, imágenes. Somos nostalgia y recuerdo. 

Hace unos días que estoy usando aloe vera para intentar quitarme unas manchas de la piel, tarea irrelevante si se quiere, y además, una batalla perdida, ya que el ADN familiar marca quien ganará. Para mi sorpresa, al cortar una penca, emanó un perfume que me resultó conocido. Era el “mismo” aroma a ruibarbo, es, sí, ese perfume. Uno de los tantos que me llevan al origen, a las raíces, a más de 3000km de mi residencia actual. Conmocionada y emocionada – gritaba- se lo di a oler a mi compañero, y luego a mis hijos pero, como no son patagónicos, no tienen el honor de conocer esa noble planta; de hecho me miraban y se miraban con cara de “otra vez la mami exagerando todo”. De ese modo, y sin resistirme, con ese recuerdo perfumado inicié mi viaje y me perdí en mis pensamientos con esta canción “Sos el viento que me trae, bicicletas por el aire. Sos el viento que me trae, bicicletas por el aire”.

Nuestra vida es una construcción de relatos llenos de colores, texturas, aromas, canciones, sonidos. Hay objetos, modos, medios, que los asociamos a nuestra infancia, adolescencia o etapas vividas, como una carta enviada por correo postal, una encomienda. Sí, no hay nada más lindo que recibir una encomienda. Seguramente, algunos o muchos recordarán haber recibido alguna, pero no me refiero a las de ahora, a las que llegan a nuestros domicilios por haber hecho una compra a traves de una plataforma virtual. Hablo de esos paquetes que se confeccionan con amor y dedicación, en el que cada objeto que conforma el envío está pensado para él/la los/las destinatarios.

Ayer recibimos una encomienda, y sin escalas me aventuré en mis recuerdos de estudiante universitaria, cuando llegaba desde Gallegos la mejor  de las encomiendas, con cartas escritas a mano por cada uno de los integrantes de mi familia, la torta de galletitas de mamá, la extensión de la tarjeta de crédito, huevos de pascua, golosinas, y dulces caseros. Ayer recibimos una encomienda, era diferente pero igual, no se si me logro explicar. Cada elemento que la integraba, estaba pensado para alguien de la familia, una alhajero pintado a mano para mi, una cajita musical contenedor de un té que promete ser muy rico, ropa que nos puede ser útil, porque mi hermana, que es muy meticulosa (esto también está en el ADN familiar) ordenó sus placares. Ayer en una fiesta de regalos, los cuatro abrimos la encomienda, y nos mirábamos y nos repartíamos, y nos olíamos, porque el aroma y amor de esta encomienda que recorrió más de 3000km, olía a Patagonia, olía a mi hermana, Tenía aroma a nostalgia. 

Texto: Paula González, desde Río Ceballos, Córdoba
Ilustración: Rocío Giménez, desde Ecuador
Música sugerida: Carta de abuelo de Georgina Hassan.