Luciano
Top

EL RINCÓN DE NIPPUR PRESENTA A PATORUZÚ

Hace 93 años Dante Quinterno, con menos de 20, dibujó un personaje inusual para la cultura argentina de la época: el indio Patoruzú. Hoy Nippur nos cuenta la historia del héroe ficcional más importante de los argentinos.

 

 

 

 

Hola como están, otra vez acá con ustedes, yo soy Nippur.

Hoy les voy a contar un poco de Paturuzu y cuál fue el primer comics de la historia. Los historiadores coinciden en que la primera del mundo es “Yellow Kid” de 1895, algo así como un pequeño chino vestido de amarillo creado por Richard Felton Outcault. El personaje llevaba escrito en su especie de camisón aquello que hablaba, es decir que no existía el globo tradicional, el texto estaba en su ropa.

Yo traté de recordar cuál fue mi primera historieta pero mi memoria me juega en contra. Seguro, como les conté en la otra nota, fue algunas de las historias que salían en las revistas “Dartagnan” o “El Tony”, pero sí recuerdo que la primera vez que leí una historieta de “Spiderman”. Me encantó. Y desde ese momento mi objetivo era tratar de conseguir comics de “spidey”, que no era para nada fácil. En esa historieta él peleaba contra “El Lagarto” y aparecía “Antorcha Humana”.

Hace 93 años Dante Quinterno, con menos de 20, dibujó un personaje inusual para la cultura argentina de la época: el indio Patoruzú. De personalidad noble y bondadosa, la creación de Quinterno se convertiría en el héroe ficcional más importante de los argentinos.

Primera aparición:

El indio Patoruzú hizo su debut -como se ha dado otras veces con importantes personajes de historieta- con un papel secundario en otra tira. Dante Quinterno, su creador, publicaba en el diario Crítica, desde el 24 de Agosto de 1927, la tira “Un porteño optimista”.



Esta historieta cambió su nombre, en Julio de 1928, por “Aventuras de Don Gil Contento”, cuyo protagonista era el personaje homónimo. El 18 de octubre de 1928 el diario Crítica anunció: “mañana debuta el indio Curugua-Curiguagüigua”. El día 19 apareció el nuevo personaje, el último indio tehuelche, venido de la Patagonia. Es rebautizado (recomendado al autor ante lo dificultoso del nombre) por el propio Don Gil como “Patoruzú”. El nombre derivaba de una golosina de la época llamada Pasta de Orozú.

Según el relato, Patoruzú, último Cacique de los Tehuelches Gigantes, llega a Buenos Aires desde la Patagonia, acompañado de su ñandú “Carmela”, para vivir en la casa de Don Gil Contento, cuyo difunto tío era tutor de Patoruzú. Don Gil dedica la mayor parte de las 17 viñetas de este primer número a explicarle el funcionamiento de la luz eléctrica, el transporte público y los modales en la mesa, pero, al enterarse de que Patoruzú posee, además de su mascota, una bolsa con monedas de oro, intenta quedarse con ellas, explicándole que en Buenos Aires “no sirven para nada”. Fallido su intento, se lamenta que el oro esté en manos de semejante ignorante.

Poco más pudo desarrollar Quinterno, ya que el 21 de Octubre, la tira fue cancelada, pero este primer episodio anticipaba mucho de la trama venidera.

Segunda aparición:

Tras su alejamiento de Crítica, Quinterno dejó de lado por un tiempo al personaje del indio, y retomó, a fines de 1928, la figura del porteño tramposo, fanfarrón y aprovechador con Julián de Montepío.

El 27 de septiembre de 1930 retomó, repitiéndola casi cuadro por cuadro, la historia de Patoruzú y Don Gil. Explicó ese día el diario “La Razón” lo siguiente: “He aquí que, de la noche a la mañana, Julián se encuentra apadrinando a un indio del sur, por virtud de una curiosa herencia de un tío de nuestro héroe, el finado Rudecindo. El indio Patoruzú es el último vástago de la tribu de los Tehuelches e hijo de un rico cacique de la Patagonia quien, al morir, deja al huérfano en las manos del Tío Rudecindo. Este, a su vez, sintiéndose cadáver, envía a Buenos Aires al indio ingenuo y lleno de oro, bajo la tutela de Julián”. Es entonces que el indio viene ahora a Buenos Aires enviado por el difunto Rudesindo, tío de Julián (ver tira), y nuevamente en compañía de un ñandú, aunque ahora cambia el sexo del animal (en este caso es macho, y se llama “Lorenzo”).

La imagen gráfica es similar a la que presentara Crítica, con Patoruzú bajando del tren carguero, acompañado por su ñandú, pero con una gran diferencia: Patoruzú ya es inmensamente rico en oro, metal que posee entre sus cualidades la de no devaluar jamás su valor. Una carta de su tío explica la situación a Julián, parte de la cual decía “…un indio güenazo, hijo de un difunto cacique tehuelche amigo mío, pa’ que lo sigas apadrinando… Tratalo como a un hermano y civilizalo, si podés. Tené en cuenta que es un indio jovencito y muy rico, hablando en plata”.

Como Patoruzú porta su fortuna en forma de pepitas de oro, suscitan la codicia de Julián y desarrollan una trama casi idéntica a la original. Al ver la fortuna de su ahijado, Julián decide apropiarse de ella, haciéndole creer a Patoruzú que las pepitas están embrujadas. El indio ya está convencido, cuando la inesperada aparición de uno de los peones del Tío Rudecindo (que le explica el verdadero valor de las monedas) lo salva de las maléficas maquinaciones de su padrino.

La historieta tuvo mejor fortuna que su predecesora, y Patoruzú formaría parte del elenco de Julián de Montepío durante más de un año, cobrando cada vez más protagonismo.

Poco a poco el indio fue asentándose como protagonista de la tira, debido sobre todo al éxito que su figura fue alcanzando entre la gente. Irremediablemente, Julián se vio relegado a un segundo plano, y la tira fue rebautizada, en forma definitiva, como “Patoruzú”, quien pasó a encabezar la tira el 11 de diciembre de 1931.

Aún no sería el Patoruzú que pasaría a la historia, y ya no lo acompañaría Lorenzo, quien perdería la vida asado accidentalmente en una rotisería, pero sí se haría cada vez más conocido.