Las mujeres rezadoras de Puerto San Julián
Puerto San Julián en 1982 fue escenario de muchas historias sobre Malvinas, allí estaba la Base Aérea Militar (BAM) San Julián que fue una base aérea de despliegue operativo de la Fuerza Aérea Argentina durante el conflicto. Durante los meses de la guerra los vecinos convivieron con los soldados permanentemente. No hay en el pueblo quien no tenga una anécdota que contar: desde quienes atendían a los pilotos alojados en la Hostería y esperaban su regreso luego de cada misión, o quienes recuerdan el simple hecho de esperar que un soldado adolescente golpee la puerta para darle agua y algún plato de comida.
A principios de año el periodista y escritor Nicolás Kasanzew, cronista de guerra que fue enviado por el canal estatal (ATC) como único narrador de la Gesta de Malvinas, contó que fue entrevistado por el Capitán Cruz, y contó que durante su estadía en las islas junto a los soldados argentinos nunca pensó “en la posibilidad de la muerte” y atribuyó esa confianza a que “tenía una madre muy rezadora, y sabía que nada hay más fuerte que el rezo de una madre por su hijo”.
Kasanzew se refería a Pablo Marcos “Cruz” Carballo, el jefe de escuadrilla de pilotos de A4-B Skyhawk del legendario Grupo 5 de Caza. Según cuenta Kasanzew el Capitán Cruz narró la siguiente historia:
“Antes de partir en sus temerarias misiones, de las que muchos no volvían, los Halcones iban a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, en San Julián, a rezar el Rosario. Y cada vez que lo hacían, detrás de ellos, empezaban a aparecer en la iglesia numerosas mujeres que, una tras otra, se hincaban de rodillas y se sumaban a las oraciones de los pilotos.” Para Carballo, de la misma manera que la madre del periodista, estas mujeres sanjulianenses “como si fueran sus madres, rezaban para que volvieran salvos”.
Rezar el rosario era una práctica habitual entre los miembros de las escuadrillas argentinas durante el conflicto de Malvinas. La anécdota del Capitán Cruz se refuerza con el testimonio de otros pilotos argentinos como Guillermo Anaya, que en una entrevista contó: “Los oficiales de Aviación de Ejército a menudo nos juntábamos por las noches y rezábamos el Rosario. Era una necesidad que uno tenía de pedirle a Dios que sea generoso. No para que no te maten, sino para que – si debo morir – que sea en gracia de Dios.”
Gustavo Piuma dijo: “Yo quería seguir viviendo, yo rezaba mucho, le pedía a Dios que me diera otra oportunidad para seguir viviendo, que yo le iba a responder”.
La mayoría hoy debe estar entre los 70 y 80 años. “Ojalá pudiera reencontrarme con alguna de ellas”, dijo Carballo. Lamentablemente ninguna de esas mujeres aún vive. “Hace poco falleció la última”, dicen en el pueblo.
fotos: 3040100.com.ar
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