“En cada aula hay (al menos) cuatro niños con Altas Capacidades”
El dato surge del centro de Altas Capacidades de Argentina que señala que en Argentina el 15 % de la población infantil tiene talentos especiales y en la mayoría de los casos, no están identificados.
Laura Diz presidente de la Asociación Altas Capacidades Argentina cuenta que las características sociales y personales de individuos con altas capacidades no son difíciles de visibilizar, el problema son los mitos que los encasillan como personas muy complejas, sensibles y deslumbrantes. “El problema no son los niños y las niñas con altas capacidades, sino un sistema de enseñanza inadecuado. Es ahí donde surgen las dificultades de adaptación al entorno”, enfatizó.
Entendiendo que los niños y niñas con Altas Capacidades son el 15 por ciento de la población, es posible imaginar que nos rodean muchos casos de los que no tenemos conocimiento: “Es muy común verlos, la temática está rodeada de mitos y se sigue pensando que tienen que hacer cosas excepcionales, pero no siempre es así. Debemos saber que tienen una manera diferente de pensar, de sentir y de vivir y así nos gusta contarlo. Aprenden diferente, no necesitan repetición, comprenden rápido, y tienen intereses diferentes” detalla Diz.
“Es importante destacar que la capacidad es un potencial. Está ahí latente y se debe estimular”.
La definición clásica determinaba que era superdotado cualquier niño cuyo coeficiente intelectual se ubicaba por encima de 130. Pero en las últimas décadas los modelos y conceptos de inteligencia han evolucionado, y atienden a muchos otros parámetros, que exceden a ese coeficiente.
Están los niños y niñas precoces, que son aquellos que muestran un desarrollo evolutivo mayor (o adquieren conocimientos o destrezas antes) que el resto de niños de su misma edad cronológica.
Los niños y niñas talentosos, por ejemplo, se caracterizan por altos rendimientos en una o varias áreas específicas. Los talentos se dividen -de acuerdo con la clasificación más aceptada- en simples (verbal, matemático, lógico, creativo, social) y complejos (académico y artístico-figurativo).
Y los niños y niñas superdotados son aquellos con un alto nivel en todos los recursos intelectuales: memoria, atención y concentración.
Pero, ¿Cuáles son las señales para reconocer a niños con altas capacidades?
- Desarrollo precoz del lenguaje. A los pocos meses de vida estos niños ya articulan sus primeras palabras, y entre el año y el año y medio algunos pueden mantener conversaciones con un léxico y una sintaxis propios de fases bastante más avanzadas en su crecimiento.
- Adquisición de talentos tempranos. Ciertos aprendizajes específicos (por ejemplo, la lectura y los cálculos matemáticos) también se dan en ellos mucho antes que en la mayoría de los niños, y a menudo de manera autónoma. También muestran una gran facilidad para trasladar conocimientos de unas áreas a otras con naturalidad.
- Observación y curiosidad. Son niños a los que todo llama la atención, tanto -en un principio- del mundo que los rodea como -no mucho después- de temas abstractos o mucho más amplios, como el origen de la vida, la muerte, la hipotética existencia de Dios, el universo, etc. Por eso, suelen realizar muchas preguntas inusuales para su edad.
- Creatividad. Sus expresiones artísticas o construcciones durante sus juegos suelen ser manifestar grandes dosis de creatividad, fantasía e imaginación.
- Concentración y lógica. Estos niños alcanzan elevados niveles de concentración en tareas que captan su interés. Aplican razonamientos lógicos, persisten en sus objetivos y con frecuencia encuentran soluciones alternativas para los problemas que se les presentan, cercanos al llamado “pensamiento lateral”.
- Numerosos intereses y hobbies. A menudo, estos niños se vuelcan a disciplinas y aficiones diversas: lectura, música, dibujo, pintura, juegos de palabras o de mesa, deportes, etc. En algunos casos, también son muy autoexigentes y vulnerables al fracaso o ante la falta de progreso.
- Intensidad emocional. Muchos de estos niños también son hipersensibles, y sus reacciones emocionales pueden tornarse un tanto desproporcionadas en relación con lo que las provoca. También suelen presentar la llamada disincronía evolutiva: un desarrollo emocional con un ritmo mucho más lento que el intelectual.
- Mucha energía y actividad. Los niños con altas capacidades intelectuales suelen tener también excedentes de energía, lo que hace que en ocasiones sean diagnosticados -de manera errónea- con trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
- Facilidad para el aburrimiento. Esta es una de las características más comunes en estos niños. Como entender y aprender conceptos les resulta sencillo, se aburren e impacientan con facilidad ante tareas muy repetitivas o que no representan un desafío. Esto los lleva a tener problemas de conducta y -paradójicamente- bajo rendimiento escolar, y contribuye también con los falsos diagnósticos de TDAH.
¿Cómo actuar con un niño de altas capacidades intelectuales?
Como hemos mencionado, la ayuda profesional, la adaptación de los entornos educativos- suele ser muy importante en estos casos.
No pedirles silencio. Son niños que en general hablan mucho, porque tienen muchos intereses, inquietudes y -en consecuencia- preguntas. Hay que procurar enseñarles, sí, a respetar los turnos para hablar.
Aceptar su necesidad de permanecer activos. Es fundamental acompañar sus necesidades de movimiento y desafíos. Si en general la actividad física es importante para los niños, en estos casos se torna indispensable.
Enseñar a regular las respuestas emocionales. Dado que estos niños suelen ser muy intensos a nivel emocional, los adultos deben hacer todo lo posible por mantener la calma y no enojarse ni gritar cuando el niño también lo hace. Esta es la mejor manera de que, poco a poco, el pequeño aprenda también a controlar esos impulsos.
Establecer normas y límites. Dada su gran capacidad intelectual, y también de razonamiento y comunicación, estos niños suelen ser muy hábiles para salirse con las suyas en las negociaciones y discusiones. Pero los adultos no deben olvidar el lugar que ocupan y poner límites que, en el largo plazo, el niño agradecerá.
Tener en cuenta su edad. Aunque sean muy inteligentes, son niños, y hay que entender que se comporten como tales. Hay que recordar el concepto de disincronía evolutiva: que sepan leer y hacer cálculos matemáticos a corta edad no quiere decir que no puedan hacer berrinches porque -por ejemplo- no encuentran el juguete que buscan.
Jugar con ellos. Dedicar tiempo de calidad a los juegos con los niños es muy importante, y más aún si los propios pequeños lo piden. Pero también se debe entender que a veces quieran jugar solos. Y aunque es positivo sugerir cosas, no se debe tratar de dirigir los juegos: estos niños son muy autónomos e imaginativos.
Ayudarles a adquirir hábitos de estudio. Enseñar técnicas de estudio puede ser muy útil para estos niños, que tienden a aburrirse de los contenidos escolares.
No vivirlo como un problema. Hay que recordar lo ya mencionado: las altas capacidades intelectuales implican un desafío, pero también muchas oportunidades.
Y por eso enfatiza el valor de “educar en el respeto y acompañar afectivamente”, para que cada niño aprenda a enfrentarse al mundo con “fortaleza y equilibrio emocional”, y de esa forma pueda desarrollarse en toda su plenitud.