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Luciano
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LA PATAGONIA BRILLA DE NOCHE

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LA PATAGONIA BRILLA DE NOCHE

Una noche en el Cañadón del río Pinturas

Estrellas y ojos que brillan fuertes. Una biodiversidad que conmueve. Inmensidad y silencio absoluto que invitan a la reflexión. Estas son algunas de las sensaciones que transmite un experimentado montañista que decidió adentrarse en la noche del noroeste santacruceño.   

 

Tomás Roy nunca deja de intentar sacar lo mejor de cada uno de los desafíos que se propone. Ya sea practicando esquí extremo, escalando o descendiendo por laderas empinadas, este guía de montaña con certificación internacional se describe como un “montañista polivalente”.

 

Gran parte de su vida transcurre en contacto con la naturaleza y en entornos que maravillan. Sin embargo, sumergirse en la noche profunda de la estepa del noroeste patagónico marcó para siempre a este experimentado montañero.

Así, de “un tirón”, Roy describió su estadía nocturna en el Parque Patagonia:

 

“Salí temprano del Chaltén y llegué a la tarde a Perito Moreno, la más cercana del Portal Cañadón Pinturas. Después de ocho horas arriba del auto, solo quería estirar las piernas, empezar a andar. La montaña es mi lugar, desde que soy chiquito sé que es allí donde quiero estar, vivir y trabajar”.

 

“Vine con la idea de caminar por una nueva red de senderos en este portal y hacer unas buenas tomas fotográficas, así que me propuse aprovechar los amaneceres y atardeceres para capturar las imágenes con la mejor luz”.

 

Y sigue: “Esa noche dormí en la hostería La Posta de los Toldos dentro del Portal Cañadón Pinturas. Llegando por el camino de ripio que une la ruta con el casco, no podía creer lo que veía: decenas de choiques y guanacos caminando cerca de los caminos y alrededor del refugio, atentos pero casi indiferentes a mi presencia. Es raro observar fauna silvestre a tan corta distancia en Patagonia”.

 

“A la mañana siguiente, a las cinco ya estaba arriba con el objetivo de alcanzar el amanecer camino al cañadón del río Pinturas. Franco, el anfitrión del portal, me había comentado que se habían avistado pumas la tarde anterior por esa zona. Muy ansioso y atento, dejé mi camioneta en el estacionamiento del pie de senda para emprender la localmente famosa Bajada de los Toldos”.

 

“Un sinfín de escalones, espectacularmente diseñados y construidos para facilitar la experiencia a todo el mundo, siguen la huella que hace unos nueve mil años comenzaron a usar pueblos nómadas que pasaron por aquí, vivieron en este mismo cañadón sus vidas moldeadas por el viento, el agua y la vida silvestre. En el recorrido, me crucé con dos cóndores, un chinchillón anaranjado —endémico, siendo restaurado mediante el rewilding, leí en el folleto turístico que me dio Franco—, varios tuco-tucos —una especie de roedor que cava túneles bajo tierra— y un cuarteto de bandurrias boreales, cuyo canto en vuelo inundó el cañadón de misticismo. Pumas: cero (visibles). Humanos: uno, yo”.

 

Ya de noche, “observando las estrellas enmarcadas por los paredones del cañadón Pinturas, imaginé este mismo paisaje estelar siendo contemplado por aquellos nómades milenios atrás. Las criaturas salvajes que los vieron llegar ahora me observan, con sus ojos adaptados a la noche, desde los paredones, ocultas en el calafate, descendiendo desde las mesetas, vigilando desde el cielo. El silencio es absoluto”, describe.

A la mañana siguiente era hora de emprender el resto de la caminata que lo arrojaría a un lugar lleno de misterios: “Conocí, finalmente, la mundialmente famosa “Cueva de las Manos” con pinturas rupestres que datan de 9 mil años. La inmensidad de la naturaleza y de nuestra historia en un solo lugar. Mi noche en el cañadón sin dudas les dio a las pinturas un matiz diferente, que tiñe la charla de la guía turística con un barniz de realismo”,  sonríe.

 

A Tomás le resulta increíble todavía no haber venido nunca antes a Parque Patagonia. Muchas veces transitó la ruta 40, pasó por el portal del Parque, y “siempre me puse una excusa para no parar, pensando, sin saber, que en la estepa no había nada interesante para encontrar”.

 

“Fue una experiencia única, un descubrimiento de la biodiversidad y las bellezas escénicas que esconde la estepa patagónica en el noroeste de Santa Cruz”, afirma este experimentado “montañista polivalente”. Para Roy, fue también “un refuerzo a una idea que atraviesa mi vida: la importancia de conocer para proteger estos espacios naturales, para que las futuras generaciones puedan disfrutarlos”.