Temporada récord para el programa de Campamentos en el Cañadón Pinturas
Los vecinos más jóvenes de las comunidades cercanas al Parque Patagonia, se sumaron este verano a la maravillosa experiencia y propuesta educativa en contacto con la naturaleza.
“En esta temporada 22/23 logramos alcanzar y superar los 200 niños y niñas que pudieron experimentar los campamentos bajo nuestro programa Exploradores”, señala Rocío Navarro, coordinadora del programa de Comunidades del Parque Patagonia.
Luego de una primera temporada de arduo trabajo, se logró fortalecer el vínculo con las comunidades, lo que —sin duda— permitió sostener el programa en el tiempo y crecer en cantidad de participantes interesados en vivir esta experiencia.
Rocío describe que durante los fines de semana de enero y febrero realizaron un esquema de actividades que contempló campamentos de dos noches en Puesto de Piedra en las orillas del río Pinturas en la confluencia con el Cañadón Caracoles. “Todas las salidas comenzaron en el pie del sendero ‘Bajada de Los Toldos’ del Portal Cañadón Pinturas, bajamos hasta el valle del cañadón, donde realizamos diferentes actividades lúdicas y pequeños trekkings sobre las bardas del Cañadón”.
La importancia de estas actividades, es que están asociadas a distintas temáticas como el cuidado del agua, interacción entre las especies, sensibilización con el entorno, comprensión del paisaje, aprendizaje de los antiguos grupos que habitaban la zona y conocimientos generales de conservación y áreas protegidas.
“Después de cada actividad, buscamos generar un espacio de reflexión sobre lo sucedido y donde se conversó sobre cómo resolvieron cada desafío presentado y qué sensaciones o enseñanzas les dejó”, explica Rocío.
El equipo que trabajó durante el verano siente que en esta segunda temporada del Programa Exploradores “quedó en evidencia la necesidad de que existan éste tipo de actividades vinculando a las infancias con nuestro entorno natural”, dice Lucas Contrino, uno de los monitores. Y es que, existe un gran número de niños y niñas de la región, que no han experimentado nunca un contacto con la naturaleza desde esta perspectiva.
Julieta Peña es otra de las personas que trabajó monitoreando y acompañando a los exploradores. Para ella, este fue un espacio en el que pudo transmitir su amor por la naturaleza. “Volví a jugar, a mirar el cielo sin contaminación lumínica, a debatir y sensibilizar para la acción, cocinamos en comunidad en una cocina de leña, y aprendimos a filtrar el agua del río, para tener agua para tomar. Son cosas sencillas, que quedan ahí revoloteando”.
El entorno natural forma parte del encanto de la aventura: “El lugar también es mágico, vivimos tres días en medio del Cañadón del Río Pinturas, los paisajes cambian a cada rato y se crea un puente entre el pasado, el presente y nosotros” describe Julieta.
El equipo de monitores alienta a qué más gente se sume a estas actividades “y a que existan más espacios similares de contención y sensibilización”, ya que es en estos lugares, donde entran en escena las acciones locales que promueven el sentido de pertenencia de quienes la habitan, para conocer, cuidar, preservar y compartir los atractivos naturales y culturales en una región con una demostrada potencialidad.
La devolución de quienes participan y sus familias siempre ha sido positiva y se destaca sobre todo en el interés de volver a participar en los campamentos y pedir la sostenibilidad del programa durante el año.
Una experiencia “super linda, enriquecedora y también necesaria”, es el resumen de una propuesta que interpela y convoca a toda la comunidad.
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