El Jacques Cousteau argentino que hizo increíbles descubrimientos en el mar del Sur
Cristian Lagger es un biólogo marino apasionado por los ecosistemas patagónicos. Al igual que el recordado oceanógrafo francés, busca proteger la diversidad.
Las personas que viven cerca del mar son más felices. Cristian Lagger (40) lo supo a los 10 años. Con su familia de vacaciones, hizo una de las típicas excursiones de snorkel a las profundidades de las aguas transparentes y cálidas de Brasil. Entró con incertidumbre. Salió con el gesto de quien descubre “la matrix” de una vida mágica e infinita bajo la superficie.
“Mis viejos Kathy y Ricardo recuerdan que estaba enloquecido. Nunca me habían visto así. Me voló la cabeza. Hoy cierro los ojos y vuelvo a ver a aquellos peces inquietos nadando a mi alrededor, entrando y saliendo de corales llenos de colores. Fue como estar en la película Avatar”, comparte el hoy reconocido biólogo marino y líder de la expedición que descubrió en 2022 una enorme cadena de bosques de macroalgas gigantes en las heladas aguas del sur del país.
Una continuidad perfecta de los bosques terrestres, con un potencial infinito para almacenar carbono y mitigar el cambio climático, entre innumerables beneficios.
La noticia del descubrimiento recorrió el mundo y ubicó a Lagger y su equipo en el podio de la ciencia nacional e internacional. Fue una inyección de alegría y esperanza.
El investigador volvió a sentir ese “chispazo en el corazón” o “epifanía” del hito que marcó su infancia y cambió su historia. El tiempo unía distintas etapas de su vida con el mar como protagonista.
“Nunca me importó ser el primero en descubrir algo. Sí me hago cargo de una misión: quiero mostrar los secretos del mar, sobre todo del patagónico. Tenemos la necesidad imperiosa de protegerlo. No lo podemos proteger porque no lo conocemos. Estamos en una instancia previa. Desconocemos lo que tenemos”, remarca el biólogo.
“’Confirmado, Cristian. Zarpamos mañana con las primeras luces del día’”, fue el puntapié de aquella misión especial en el mar del sur allá por septiembre de 2022. Las imágenes satelitales y los drones habían identificado los bosques de macroalgas gigantes sobre sustratos duros pero tenerlas en frente fue emocionante, revive Lagger.
“Eramos trece profesionales, entre biólogos marinos, oceanógrafos, buzos científicos, fotógrafos, documentalistas, artistas audiovisuales, educadores y apneístas. En dos veleros de 12 metros de eslora y antes de meternos al agua, todo era silencio. Al ver las macroalgas a unos 20 metros de profundidad, no lo podíamos creer, detalla Lagger en diálogo con Viva, con una mirada curiosa y entusiasta parecida a la de los niños cuando descubren algo por primera vez.
La pasión. Un hallazgo bisagra. La sorpresa. Las anécdotas en la inmensidad de un terreno virgen e inhóspito. La sensación de entrar en “portales de dimensiones desconocidas”.
De “volar” entre columnas verdes. Los riesgos. El agua salada y helada. La poca visibilidad. Las mareas. Los cambios bruscos de clima. Los trajes parecidos a los de los astronautas para sumergirse. El cuerpo pesado.
Diez días enteros comiendo poco y sin posibilidad de ducharse. Las cámaras para filmar, fotografiar y registrar todo. El pulpo que se posó en el brazo de Lagger y lo acompañó sin miedo en la aventura. El lápiz para escribir sobre una tableta bajo el agua (“¡sí, existe un lápiz así y rogás que no se te rompa la punta!”, cuenta el científico). El trabajo en equipo.
Y el después: los datos recabados junto con impactantes imágenes submarinas llegaron a la tapa de la revista National Geographic Latinaomérica en marzo de 2023, en el marco del proyecto “Bosques sumergidos del fin del mundo”. También formaron parte del documental La península antártica de NatGeo Pristine Seas.
Habían descubierto “un tesoro ecológico” tras años promoviendo la exploración, la investigación y la conservación. El esfuerzo había valido la pena.
Entre la tierra y el agua
Nacido en Rafaela, Santa Fe, y cordobés por elección, el científico cuenta que lo de Brasil fue el bautismo iniciático de su vocación. Más tarde, en el secundario, ganó las olimpíadas de Biología y quedó atrapado en su universo para siempre. A los 17 se decidió a dejar sus pagos y viajó a Córdoba para estudiar Ciencias Biológicas.
Desde entonces, nunca paró de perfeccionarse. Se recibió y se especializó en el mar. Junto con su director de tesis, descubrió especies marinas como las ascidias, animales que viven fijos en el fondo del mar y que se alimentan filtrando el agua. Hizo doctorados y post doctorados.
Se formó como buzo profesional científico y estudió sciencetelling, el arte de contar la ciencia a través de imágenes y palabras. En 2017, fue becado por laNational Geographic Society. Su “anzuelo” fue siempre la diversidad marina, principalmente la del mar pagatónico y la Antártida.
Casado con una también bióloga y con dos hijos, Gael de 6 años y Benjamín de 11, Lagger se abrió a desafíos de alta escala aunque nunca dejó de volver a su casa natal, paradójicamente, como la de Córdoba, tan alejada del mar.
Actualmente trabaja como investigador del Conicet en el laboratorio de Ecosistemas Marinos y Polares del Instituto de Diversidad y Ecología Animal (IDEA/Conicet), es explorador de la National Geographic Society y Director Científico de la Fundación Por El Mar (PEM). Devoto del conservacionista español Enric Sala, aunque sin olvidar al biólogo francés Jacques Cousteau en los ‘80, Lagger apuesta cada día con la misma energía a que sus expediciones ayuden a cambiar el mundo.
“Mis abuelos y mis padres no pudieron estudiar en la universidad. Con mis hermanos Andrea y Rodrigo, integramos la primera generación de universitarios. Yo no tengo antecedentes ni nadie en la familia que le guste el agua. Debo ser un alma vieja o un alma perdida”, bromea Lagger.
“Explorar y estudiar los mares y los océanos es un privilegio, pero también una enorme responsabilidad. Muchas veces somos los portadores de la voz del mar, de lo lindo y de sus amenazas. Cuando la gente entiende lo que le estás contando, desde el lado científico y del humano, automáticamente conecta con tu causa”, sostiene.
“Los científicos tenemos que saldar esa deuda, sacar la academia del claustro. Las nuevas generaciones tienen que dejar de imaginarse al científico como un tipo de lentes, guardapolvo y microscopio. Aunque a veces tenemos momentos malos, hay otros muy buenos. Nos divertimos, la pasamos bien”, dice.
– Es imposible imaginar el mundo submarino si no estuviste ahí ¿Cómo son los bosques de macroalgas que descubrieron? ¿Cuál es su importancia?
– Los bosques de macroalgas gigantes son la continuación de nuestros bosques terrestres, pero en el agua. Están a lo largo de casi toda la costa argentina. Van desde el sur de Chubut hasta Tierra del Fuego. Tienen la misma capacidad (¡o incluso más!) de mitigar el cambio climático que los bosques de la tierra porque pueden almacenar grandes cantidades de carbono orgánico a escala global. Están posicionados en la agenda ambiental internacional entre los primeros puestos por todos sus beneficios ecosistémicos y económicos (en promedio de 500 billones de dólares al año). Son sitios prioritarios para su protección. Sin embargo, en la Argentina, todavía son desconocidos a nivel social y también político.
Actualmente los bosques de macroalgas ocupan 28 por ciento de las costas del mundo, lo que significa que, agrupados en un solo lugar, ocuparían un espacio similar al de los bosques tropicales del Amazonas. Sustentan un elevado número de especies. Brindan refugio y funcionan como zonas de cría, desove o guardería, promoviendo significativamente el reclutamiento de una gran cantidad de organismos.
Benefician directa e indirectamente a los humanos, incluyendo la protección contra las marejadas ciclónicas y el aumento del nivel del mar, entre otras variables.
– Con tu equipo, ¿tocaron la cima con el descubrimiento de estos bosques?
– Fue importantísimo, pero los desafíos se renuevan. Soy un enamorado de mis proyectos. La mejor expedición es la que está por venir. Hace poco mandamos cámaras Go Pro con carnada a las profundidades. Queremos estudiar la presencia de tiburones en las costas del Parque Nacional Marino Isla Pingüino (Puerto Deseado, Santa Cruz), uno de nuestros parques nacionales más lindos. Con estaciones de cebo, aparecieron cazones, gatopardos, tiburones, algunos en estado crítico o vulnerable. Como en el resto de las exploraciones, lo volcamos todo en @laggercristian y @porelmar_org para que todos puedan verlo. Nadie puede creer que haya tiburones en nuestro mar.
– ¿El mundo submarino puede salvar a la superficie?
– El abajo y el arriba son un todo. No podemos pensarlos por separado. En ese sentido, es imperioso cambiar el rumbo de nuestras acciones en los próximos 10 años, con la enorme esperanza de proteger al menos el 30 por ciento de nuestros mares para el 2030. Me tocó sentarme con tomadores de decisiones o políticos que entienden la necesidad y urgencia de hacerlo pero las decisiones tardan. Hoy la Argentina apenas tiene el 10 por ciento de sus mares protegidos. Nuestro país tiene que mostrar liderazgo ambiental en estos tiempos de crisis planetaria, ser un ejemplo de conservación y un faro de esperanza para la protección marina. El mar nos necesita, pero mucho más nosotros a él. Siempre lo más interesante lo vas a encontrar bajo el agua.
¿Dónde está la oscuridad y la poca visibilidad? ¿En las profundidades o en la superficie? En un planeta roto que ruega por aire puro, el cambio climático está en el foco de las discusiones de los que mueven las fichas del poder.
Sin embargo, los movimientos en el tablero son lentísimos. Frente a ese horizonte cada vez más incierto, la ciencia ofrece salidas. Ajusta el foco de los debates vacíos. Con nombre y apellido, el biólogo marino Cristian Lagger y su equipo le ponen datos y nuevos acordes a las ya poderosas voces del océano y el mar.
FUENTE: CLARIN