Tras años de extinción local, el chinchillón anaranjado vuelve a poblar los paredones del Cañadón Caracoles. Gracias a un trabajo de traslocación iniciado en 2021, ocho familias se han establecido, con nuevas crías que comienzan a expandir su territorio.
El Cañadón Caracoles guarda una historia de regreso y resiliencia. Extinguido localmente por causas antrópicas, con ayuda de la ciencia, el chinchillón anaranjado encontró en 2021 una nueva oportunidad para volver a habitar los paredones de este rincón de la estepa patagónica.
En 2021 comenzó una minuciosa tarea de traslado de individuos entre el Cañadón Pinturas y el Cañadón Caracoles, conocida como traslocación. Esto se realiza con el objetivo de reintroducir al chinchillón anaranjado en los paredones del Cañadón Caracoles, un área donde la especie había desaparecido debido a actividades humanas.
Emanuel Jacquier es uno de los técnicos que lidera los trabajos de traslocación. A cuatro años de sus inicios, el proyecto muestra resultados notables.
Entre los 18 chinchillones monitoreados actualmente, ocho nacieron en el propio Cañadón Caracoles. Emanuel cuenta que estas crías “se han establecido y han comenzado a dispersarse hacia otros sectores del parque, fortaleciendo las poblaciones existentes”.
Entre los sitios ocupados figuran el Cerro Chato, Poivre y el cañadón del río Ecker, lo que demuestra su capacidad de expansión natural.
“En este tiempo hemos recolectado datos morfológicos, como, por ejemplo, que pueden llegar a medir 80 cm de longitud incluyendo la cola que representa poco más de un tercio del cuerpo”, cuenta.
Otros datos importantes: llegan a pesar, siendo adultos, entre 2,200 Kg y 3,000 Kg. Tienen orejas pequeñas de unos 7 cm y una diferencia de 5 cm entre la circunferencia de la cabeza y el cuello, “lo que nos facilita la colocación de collares VHF para el monitoreo”.
“Tienen un cuerpo especialmente adaptado para moverse y vivir en los paredones de la estepa patagónica, con un pelaje denso abrigado para soportar las temperaturas extremas”, describe.
De hecho, esa es una escena muy buscada para quienes recorren los senderos, la postal de los chinchillones acicalándose al sol. “Poseen una adaptación en sus patas traseras sobre el dedo más externo, una especie de “cepillito” que les facilita esta tarea de higiene” y es por la noche cuando ocurren principalmente sus hábitos alimenticios y sociales.
“Si detectan algo fuera de lo normal, como la presencia de un depredador —ya sea un puma, un zorro, un hurón o un águila mora—, emiten vocalizaciones de alarma para advertir al resto del grupo”, explica Jacquier. Este mecanismo de comunicación es esencial para su supervivencia en los paredones de la estepa.
“Por la noche toman más riesgos al alejarse de zonas seguras para alimentarse”, explica Jacquier. Las cámaras trampa han sido fundamentales para estudiar su comportamiento y registrar interacciones entre individuos que revelan más sobre su ecología.
Diferencias entre hembras y machos
En cuanto a los roles, hay diferencias notables también. Las hembras suelen permanecer en su paredón de origen, mientras que los machos tienden a dispersarse.
“Tenemos machos monitoreados que se mueven en hasta 3 paredones diferentes dentro de un radio de 1,5km”, cuenta. “Gruñon” es como denominaron a uno de los chinchillones, y ha recorrido 12 km. “Lemon”, una cría nacida en Caracoles se desplazó 10 km. “Las hembras tienen un rol dominante, eligiendo las mejores grietas. Los machos suelen ceder espacio ante ellas”, explica Jacquier.
El equipo ahora busca minimizar las intervenciones y centrarse en el monitoreo. Un punto de interés es observar a las hembras nacidas en 2023 para determinar si se dispersan o permanecen cerca de sus lugares de origen.
El trabajo en el Cañadón Caracoles se sostiene como parte de un compromiso importante, recuperar lo que se perdió y trabajar para conservarlo. El Parque Patagonia es una excelente oportunidad para conocer. Recorrer senderos cercanos al cañadón del Río Pinturas puede regalar la fortuna de ver a estos simpáticos e importantes individuos.
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