En Santa Cruz ya no gobiernan: hacen campañas de miedo. Esta vez, lo que debería haber sido una revisión técnica por una posible pérdida de gas en una escuela primaria terminó en un acto de propaganda con olor a guión berreta.

Para colmo, ni siquiera acertaron la escuela: los carteles oficiales muestran el Secundario N.º 45 de la calle Roca, pero el episodio fue en la Escuela Primaria N.º 45 de la calle Saavedra. Diez cuadras de diferencia. Demasiado lejos para ser casualidad, demasiado cerca de la mala leche.

¿Conclusión oficial? Sin peritajes, sin investigación, sin juez que firme nada: fue sabotaje. Terrorismo. ¡Los chicos son el caos! Y ADOSAC, los ideólogos. ¿Pruebas? Bien gracias. Pero lo importante era armar el relato: uno que mete miedo, que estigmatiza la protesta, y que pinta como enemigos públicos a estudiantes, docentes y familias que reclaman por estufas, no por cargos.

El comunicado que salió a circular no informa: acusa, insinúa, castiga. Si no aplaudís, sos parte del problema. Si reclamás, sos desestabilizador. Si querés enseñar o estudiar con dignidad, bueno… andá al privado, como dijo el Gobernador.

Lo que queda claro es que la estrategia es simple: cuando no pueden dar respuestas, dan sermones. Cuando no llegan a las escuelas con gas, llegan con comunicados.

Si lo que ocurrió fue un hecho grave, que se investigue como corresponde. Y si fue una sobreactuación para disciplinar la protesta, también. Pero lo que no se puede permitir es que un gobierno incapaz de garantizar calefacción escolar se disfrace de sheriff para tapar su propia ineficiencia.

No alcanza con ponerle casco de petrolero al ajuste. No se gobierna a fuerza de cartelitos con tipografía roja y cara de indignación. Se gobierna con políticas, no con paranoia.

El miedo no reemplaza el gas. Y el relato oficialista no calienta un aula.