Hoy 23 de agosto cumple un año más de vida el histórico Atlético Boxing Club de Río Gallegos.
La institución fue creada en 1920 con su inicio como el club “Los Pibes”. Desde aquel humilde comienzo, ha evolucionado hasta convertirse en uno de los más destacados de la Patagonia, albergando ahora más de 20 disciplinas deportivas y destacados atletas.
Más de un siglo de pasión, esfuerzo y logros que han forjado un legado imborrable en el corazón de la comunidad.
Una tarde de agosto de 1920, un grupo de jóvenes reunidos en la casa de Baltazar Bazán decidió poner en marcha un sueño. Lo hizo en un contexto político y social marcado por las huelgas obreras. Dejando de lado esa realidad, fundó un club deportivo que quizás nunca imaginó se transformaría en la entidad decana de la ciudad capital.
Río Gallegos era un pueblo con 5.325 habitantes. Santa Cruz era territorio nacional y su gobernador era Rodolfo Pizzo, mientras que Ibón Noya era el presidente del Concejo Municipal. Sólo había tres colegios: el Salesiano, la Escuela Nacional y el Instituto María Auxiliadora.
En aquel momento, hoy el Atlético Boxing Club se erige orgulloso con una vasta historia deportiva y social detrás. De él se desprendieron muchas otras instituciones. Desde sus inicios, el “club de los pibes” logró una total inserción en la vida comunitaria de Río Gallegos y es hoy el más antiguo en actividad.
Pese a su nombre, íntimamente ligado al boxeo, no surgió como un club pugilístico. Aunque algunos de sus fundadores eran amantes del cuadrilátero, la mayoría abrazaba al fútbol como principal deporte. Es que venían de integrar el Centro Recreativo Juventud Unida y el Deportivo Belgrano.
Así, decidieron conformar la primera comisión directiva. Juan Castro fue su primer presidente, secundado por Alfonso Martínez como vice. Rosario Macchia fue el secretario, mientras que Abel Bazán ocupó el cargo de tesorero. René Picard, Miguel Aristizábal, Ricardo Fernández, Baltazar Bazán, Amador Álvarez Muñiz, Bertie Joslish, Oscar Ritchie y Ricardo Gaydosh fueron los vocales. La mayoría de ellos eran hijos de terratenientes y varios serían, luego, hombres públicos que tendrían relevancia en la vida política, institucional y/o comercial de la ciudad.
El club comenzó a tomar forma, más allá de los avatares del contexto social, conducido por Juan Castro, un líder natural e incansable que venía de integrar la dirigencia del club Juventud Unida. En los primeros tiempos, una pieza en la casa de los Bazán, ubicada en 25 de Mayo 53, sería la incipiente “sede” y no pasaría mucho hasta que la falta de espacio los hiciera buscar un nuevo lugar.
El fútbol como eje
En el Río Gallegos de antaño, la infraestructura deportiva era casi inexistente, el amor por jugar al fútbol era superior a las condiciones climáticas y era la base de lazos de lealtad y camaradería dentro y fuera de los equipos.
El “club de los pibes” no fue ajeno a esto. Adoptó del desintegrado Deportivo Belgrano los colores verde y blanco para su camiseta, los que terminarían siendo sus distintivos hasta hoy. No llegarían a pasar 30 días de aquella tarde de sueños y se logró concretar la primera asamblea de socios. Todo fue formalizado y se fijó la cuota social a razón de 1 peso mensual.
El fútbol fue, sin dudas, el elemento aglutinador. En el pueblo eran varios los equipos existentes, muchos de ellos derivados de lo que fue el incentivo al juego del Colegio Salesiano. Así estaban Independiente, Neptuno, Britsh, Bristol y Neutral, entre otros.
La competencia no se hizo esperar. El primer partido jugado fue a los pocos días de haber fundado el club. No les fue bien, pero eso no significó nada. Para cuando llevaban un mes como equipo e institución, lograban su primer triunfo ante el equipo de Neutral. Los hermanos Miguel y Francisco Aristizábal fueron determinantes para lograr el 2 a 1 que marcaría la primera anotación para los albiverdes.
Desde sus inicios, logró una total inserción en la vida comunitaria de la ciudad
A medida que sumaban adeptos, fueron integrando los equipos de Primera, Segunda y Tercera división. A menos de un año de su fundación, renuevan autoridades y la conducción del club recae en Tomás Villanustre. En esa asamblea de socios, se decide elegir al capitán del equipo de Primera: Jorge Jerez Neira.
Cien años después
El Atlético Boxing Club, un siglo después, es la institución decana de Río Gallegos. Muestra orgulloso una historia rica no sólo en la faz deportiva, sino también en lo social.
En estas próximas entregas, camino al centenario que se celebrará el próximo 23, La Opinión Austral, que guarda lazos indubitables con la institución decana, irá compartiendo con sus lectores todo ese derrotero, cargado de anécdotas y figuras relevantes, de antes y de ahora, que han surgido de ese fecundo semillero albiverde.
Una tarde de amigos, un sueño y el comienzo de un gran proyecto
¿A ti te parece que nos van a hacer caso?, preguntó, preocupado, el buenazo de Rosario, mientras el incipiente viento de agosto iba poniéndole color a cada esquina del pueblito, que ya comenzaba a despertar ante el anuncio de una próxima primavera.
La nieve casi se había ido y el deshielo lento, pero seguro, había comenzado a provocar el consabido barrial que hacía difícil el camino cotidiano, pero esto no era impedimento, ni preocupaba al grupo que circulaba por el lugar.
Al pasar, a la altura del hotel Argentino, un carretón cargado de fardos de lana cruzaba la calle con destino a las barras de la playa.
El porteño insiste con el nombre de boxeo, dijo Picard, muy serio y sus casi invisibles pecas se notaron más en el frío de la tarde, mientras Baltasar, con cara de unos años más, lo miraba de soslayo.
Ahora lo aclaramos en casa -expresó su interlocutor, cuando ya llegaban al lugar donde esperaban Amador Álvarez y Oscar Ritchie-.
El resto fue llegando en pequeños grupos y el debate fue tomando forma.
Tiene que llamarse San Martín -enfatizó uno-.
Yo creo que lo mejor es llamarlo Liniers -dijo otro-.
Alfonso Martínez se acomodaba el intento de pequeño bigote y reclamaba el nombre de Boxing Club para nominar al grupo, pero sería Juancito Castro quien pondría fin a la discusión, que ya llevaba más de dos horas.
El joven impulsó allí reunido necesitaba una definición, pensaba el que luego sería el primer presidente, porque lo había aprendido en su condición de líder natural, ya probada junto a la mayoría de ellos en el Centro Recreativo Juventud Unida.
Está bien Rodolfo -dijo Juan con ceremoniosidad-. Lo llamaremos Boxing Club, pero le antepondremos la palabra Atlético, para que en él se involucren todas las actividades -y, girando la cabeza, preguntó- ¿y a vosotros qué os parece?
LOA