Lo más importante del jueves en el mundo Boca no pasó por el equipo que probó Jorge Almirón para visitar a Unión ni por la vuelta de Luca Langoni a la Reserva comandada por Mariano Almirón. Si bien no fueron temas menores, lo más trascendental pasó por la reunión (con Juan Román Riquelme presente) que se sostuvo este jueves por la tarde entre la Conmebol y los finalistas de la Copa Libertadores para seguir ultimando detalles y, desde luego, también reafirmar la sede del Maracaná después de todo lo que se habló desde Brasil en las horas previas.
El presidente Alejandro Domínguez señaló vía Twitter: “Esta tarde nos reunimos con los representantes de clubes finalistas de la @CONMEBOL @Libertadores 2023, @BocaJrsOficial @afa y @FluminenseFC @CBF_Futebol. Alineamos los detalles de esta gran fiesta deportiva que se vivirá en Río de Janeiro el próximo 4 de noviembre en el mítico estadio @Maracana🏆”.
¿Qué pasó inicialmente?
La realidad es que el Maracaná entró en el ojo de la tormenta por el estado del campo de juego que presente. De hecho, hace algunos días se habían hecho virales varias fotos en las redes sociales, en donde llamó muchísimo la atención lo maltratado que estaba el pasto y el terreno en sí.
Por eso, la publicación de este jueves del medio Jornal O Globo, en donde directamente dejaba en claro que era una posibilidad muy cierta el cambio de estadio para el partido del 4 de noviembre a las 17. Y es más, las razones para que se mudera el partido más importante de los últimos años en la historia de Boca eran más de una…
Por un lado, estaba el mal estado del campo, lo dicho. Pero por otro, también las pretensiones de Flamengo. ¿Cómo? ¿Y qué tenía que ver ese equipo?
Primero que nada, Flamengo, que al igual que Fluminense, también suele hacer de local en el Maracaná, no quería -ni quiere- resignar su partido con Bragantino de este 28 de octubre por el torneo local; y en segundo lugar, la CD del Fla le habría solicitado a la Conmebol más entradas para la final de la Libertadores que los dos clubes que la juegan. Insólito.
Por eso la advertencia que, según avisaron en Brasil, ya había hecho Alejandro Domínguez a Ednaldo Rodrigues, presidente de la Federación Brasileña de Fútbol: si no se aseguraba mejorar las condiciones del campo de juego y si no se resolvía la situación con Flamengo, la final entre Boca y Fluminense del 4/11 podía mudarse del Maracaná. Finalmente, por ahora, todo se mantiene igual.
El Maracaná está administrado desde 2019 por una gestión compartida entre Fluminense y Flamengo, dos equipos de Río de Janeiro que utilizan ese estadio para jugar de local. El trasfondo de este deterioro proviene de un problema político, de acuerdo a lo que señalan los medios brasileños.
Según relata en Brasil, en reiteradas oportunidades se atrasó el proceso de licitación del estadio. Al evitarse este período donde se solicitan, reciben y evalúan ofertas para la adquisición de bienes, la gestión del estadio se fue renovando de manera automática para los Fla-Flu, sin competencia pública para su administración. El Tribunal de Cuentas del Estado y la Fiscalía de Cuentas de Río sigue de cerca la situación.
La cesión actual termina el lunes 23 de octubre, a 12 días de la final de la Libertadores entre Boca y Fluminense. Esto genera una presión política entre la gestión Fla-Flu y Conmebol.
OLÉ
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