OLA DE DELITOS
Ola de violencia y delitos en Santa Cruz: entre la inseguridad y el malestar en la propia Policía
RÍO GALLEGOS / CALETA OLIVIA. — Santa Cruz atraviesa un clima de creciente inseguridad que se refleja en la multiplicación de hechos policiales en distintas localidades. Desde agresiones institucionales hasta narcotráfico, incendios intencionales, allanamientos por ataques violentos y una ola de asaltos en Caleta Olivia, los últimos meses dejaron en evidencia un escenario complejo que preocupa tanto a la sociedad como a las propias fuerzas de seguridad.
Caleta Olivia, epicentro de los hechos más violentos
En esta ciudad se concentraron algunos de los episodios más graves:
- Robo en una concesionaria: delincuentes se llevaron una moto de alta gama.
- Asalto en vivienda: cuatro hombres armados ingresaron en calle José Hernández y dejaron a una mujer con dos costillas fracturadas; la víctima fue trasladada de urgencia al Hospital Regional de Comodoro Rivadavia.
- Robo a un comercio: un comerciante se enfrentó a dos ladrones y recibió un disparo que, por fortuna, no lo alcanzó; la persecución posterior terminó con dos detenidos.
Estos hechos reforzaron la sensación de que la ciudad vive un aumento sostenido de la violencia y la criminalidad.
Violencia institucional y desconfianza social
En Río Gallegos, un video mostró a cuatro efectivos golpeando brutalmente a un joven que evadió un control vehicular. El episodio, repudiado públicamente, derivó en sanciones y abrió un sumario interno. Más allá de la investigación, el hecho reflejó el desgaste de la fuerza policial y encendió críticas sobre sus condiciones laborales.
Una fuerza policial bajo presión
Los uniformados aseguran que enfrentan estas situaciones con recursos mínimos. Se quejan de sueldos atrasados, jornadas extenuantes y móviles deteriorados. “Estamos corriendo detrás de los hechos sin respaldo político ni equipamiento”, señalan en privado.
Una provincia en tensión
La combinación de delitos cada vez más violentos y una fuerza policial descontenta dibuja un panorama de creciente inseguridad. Mientras la población se siente vulnerable, los agentes que deberían garantizar la seguridad atraviesan su propia crisis interna.
La pregunta que recorre Santa Cruz es clara: ¿cómo enfrentar la ola de violencia cuando los que deben contenerla también se sienten abandonados?