En vísperas del comienzo de una temporada turística por demás delicada, donde lo que se busca es reactivar el consumo, el turismo, en definitiva: la economía, las tarifas de algunos vuelos de la Aerolínea de bandera quedan muy distantes del discurso de Gobierno y de la realidad de los bolsillos del país.
Son muchos los riogalleguenses, que por estas fechas están buscando volver a casa y pasar este fin de año tan particular cerca de los suyos. Y otros tantos, son los que buscan el Aeropuerto Internacional de Río Gallegos como el tránsito obligado para viajar luego a sus localidades de origen. En un año donde hay sobradas razones para entender que la economía familiar se vio duramente golpeada, los pasajes a la ciudad capital de Santa Cruz presentan cifras ilógicas.
Si bien, según indican desde la Aerolínea, los precios varían de acuerdo a la demanda, ante la escases de lugares, la empresa ha optado por subir el precio del tramo, aplicando las famosas reglas del mercado y fijando cifras sin tener en cuenta si los mismos son posibles de pagar para vecinos que requieren utilizar el servicio luego de meses de no ver a sus seres queridos.
Esta situación es insostenible y hasta ridícula si analizamos que el vuelo a Río Gallegos cuesta más del doble que uno a calafate.
La falta de planificación, y consideración en medio de la peor crisis del sector aerocomercial hacen que este tipo de políticas generen un gran distanciamiento entre los vecinos y la clase política que debería mediar para frenar estos abusos oportunistas.