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LISTO, ME MUDO

Por Rocío Giménez (desde Ecuador) y Paula González

Ilustración: Rocío Giménez

Está decidido, me harté, necesito una renovación, un cambio de lugar, de onda, de casa, otra vista, otro barrio, otros ruidos, otros aromas. No hay vuelta atrás. Ojalá la decisión por sí sola bastara para concretar la faraónica tarea de hacer una mudanza. Porque como en todo en la vida, cambiar, mudarse, moverse, embalar, buscar otro techo, no es tan sencillo. ¿Cuántas cosas muy profundas se juegan en las mudanzas? Sin contar que siempre las mudanzas se hacen con el tiempo acotado, como si hubiera alguien o algo persiguiéndote los pasos. Entregar la casa que uno abandona, sí, se abandona, de manera decidida uno deja, sin más, como enojada/o, con cierto disgusto, tal vez como una forma de defensa para que no duela tanto, porque eso también pasa, los cambios duelen, como los abandonos. ¿Cuántos recuerdos quedarán encerrados en las paredes del refugio que una/o deja? Aunque las mudanzas pueden ser una promesa, una apuesta en un juego en el que no hay reglas, encierran una búsqueda. Una Búsqueda Implacable más fuerte que la de Liam Neeson. Podés mudarte de casa o de piel, pero eso que te sigue los pasos no es más que tu propia voluntad que no se cansa de buscar algo que no encuentra. Esperanzas, anhelos motivos y deseos que mueven el andar diario, muchas veces sin ser conscientes de todo lo que ponemos en juego, todo lo que implica ese “diario”. O quizás no, y simplemente te mudas porque se acabó el contrato de locación y lo que te persigue es tu condición de inquilina. Porque sencillamente preferirías no tener que saludar nunca más a la/las personas con las que vivís. O simplemente estás harta/o de, justamente, todos los recuerdos que laten en las esquinas de ciertos muros de la casa, y te observan inquisidores desde otro tiempo en el que eras otra persona, y ya no se aguanta ese espejo y necesitas abrir paso en la maleza para tomar aire. De cualquier modo, sea la razón que sea, el movimiento olímpico que requiere hacer una mudanza nunca es gratuito, y además, no hay vuelta atrás. En la limpieza catastrófica a la que nos obligan las mudanzas, entran algunas cuestiones que quizás no quisiéramos barrer; se pierden fotos familiares viejas (válido para mayores de 20 años), adornos, vasos y vajillas que se rompen, lazos comerciales que mueren, como con esa verdulera que nos da fiado, algo tan preciado como fuera de moda, qué reconfortante que la confianza no está presta para desfilar por las pasarelas de París, o el panadero, el barrio, el colectivo. Lo que tardás en poner toda tu casa en cajas, es inversamente proporcional al tiempo que tardás en volver a poner las cosas en su lugar, pero en un espacio nuevo. ¡Toda una casa en cajas! ¿Entendemos todo lo que eso significa? Porque claro, nos llevamos pertenencias y con ellas, parte de nuestra vida. Ojalá la decisión de mudanza comprometiera sólo ese día, y no todo el tiempo que lleva acostumbrarse y armar nuevamente el refugio. Y mientras más larga la distancia a la que una se muda, más cotidianidad con gente amada se pierde.

Además, para personas caóticas como quien escribe, todo es a último momento y luego nada se encuentra. Y empiezan los dilemas existenciales: ¿Dónde habré guardado tal cosa? ¿Dónde estará tal otra? Ahora me vendría bien esa soga…Ah nooo, la dejé en la otra casa. UF. Pero finalmente decidís. Lo hacés. Porque no hay más en la vida que decisiones. Y la vida te empuja y te empujás hacia la vida, porque tiempo hay uno solo, y sólo gira hacia la derecha, el contador sólo aumenta, y en esa vorágine imparable, decidís. Y te mudás. Y si te lo permitís, te sorprendés. Ponemos en juego toda nuestra historia en cada mudanza. Nuestras plantas ya tenían raíces, y algunas hasta habían aflorado y dado sus frutos (como nosotras/os), los cuadros y decorados colgados ya tenían su forma en la pared, ya sabías la maña de la ducha y del inodoro, y sin embargo, alzás todo para trasmutar una vez más. Porque la historia no termina ahí.

Y así, se abandona una vez más un caparazón que ocupa su lugar en el mundo, en un mundo en el que cuesta encontrar un lugar, para quien busca, claro. Y aunque a veces orientamos ese anhelo en una dirección geográfica, podemos sorprendernos encontrándolo en una persona. Las decisiones siempre tendrán un costo, es así. Pero no hay recetas, y menos en un mundo que se cae a pandemias. Así que listo, me mudo.

Nota: cuando mencionamos mudanza aplica tanto para cambio de casa, de relación sexo afectiva, de ámbito laboral, de equipo de deporte, cabe para todo lo que querramos transmutar, porque sólo tenemos una vida, y la tenemos que vivir a pleno. Buena mudanza, transmutación o como quieras llamarla. Buena vida.

Les regalamos un poco de música de Lucas Heredia para armar la partida:

para armar la partida…

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