Aniversario de Río Gallegos: entretenimiento versus cultura. Una lucha de significaciones refrescante.
Por Sebastián Tresguerres
Las significaciones y resignificaciones son componentes centrales de la actividad política.
No es lo mismo hablar de “seguridad” que de “represión”, por eso la derecha suele hablar de seguridad y la izquierda suele hablar de represión aunque se estén refiriendo a los mismos hechos y acontecimientos.
Las etiquetas no sólo describen hechos (pasivamente), también construyen, activamente, significaciones, intencionalidades, mundos.
En estos días, en Río Gallegos, estamos presenciando una de esas luchas por las significaciones, quizás sin advertirlo plenamente.
El hecho significable es la Fiesta del Aniversario de la ciudad.
La lucha, entre la oposición y el oficialismo, es la siguiente: Entretenimiento versus Cultura.
La oposición actual quiere ver a la próxima fiesta del aniversario como un gasto total,
como una pérdida, y por lo tanto la trata como una actividad de mero entretenimiento, de puro circo.
La cuestión es ¿por qué no verlo como cultura? Todo el mundo, hablando de otra cosa (y no del aniversario), diría que la música es cultura, que la actividad artística y cultural de una ciudad es importante, etcétera.
Pero la sutileza es que cuando le critican el Aniversario a Grasso, no le critican que “invirtió demasiado en cultura” o “invierte en cultura pero sólo por interés político”, sino que la hacen completa: “gastará demasiado en el aniversario, y además lo del aniversario no es cultura sino sólo circo, sólo entretenimiento”.
Este aniversario de la ciudad quizás podría compararse, en cuanto a tamaño proporcional de gesta, con los festejos del Bicentenario organizado por CFK en el 2010 en Buenos Aires.
A dichos festejos del Bicentenario, la oposición en ese momento lo empezó a catalogar de “circo” y de gasto, intentó “desculturalizarlo”, pero después de los hechos (ante el éxito rotundo) tuvieron que aceptarlo. Fue cultura.
Por otro lado, los “circos para las élites” sí están bien vistos por los republicanistas y son “alta cultura”. Por ejemplo: el show que el gobierno de MM le dio a los líderes del G20 en el 2018 en el Teatro Colón. Eso no es entretenimiento ni gasto, eso es inversión y es cultura. Mucho mejor si el pueblo no es el destinatario directo: el pueblo tenía que ver a las elites viendo.
Volviendo acá, quizás con poco se podría convencer a algunos desconvencidos de que se está ante un evento cultural. Si se convocara más a participar a otras artes, quizás se podría convencer a los reticentes. Se podría convocar a escritores y a artistas visuales (si es que no se lo hizo y no me he enterado, o si se lo hizo pero demasiado suavemente) a presentar sus libros y exponer sus obras (entre otras posibles actividades) en salones del Boxing en esos días, al mismo tiempo que se dan los recitales, y así quedarían menos dudas de que se trata de un evento cultural amplio, social, masivo, y con todo derecho a ser llamado así: evento cultural.
Lo bueno de todo esto es que esta lucha de significaciones trae alguna frescura porque, al menos, estamos discutiendo por algo distinto a lo que venimos discutiendo en los últimos muchos años. A la luz de las mismas discusiones repetidas hasta el aburrimiento, es refrescante y en cierto sentido novedoso (aunque sea en un sentido vintage) presenciar esta lucha entre las significaciones “entretenimiento” versus “cultura”.