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Luciano
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PINTURAS MILENARIAS DEL ALERO CHARCAMATA

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PINTURAS MILENARIAS DEL ALERO CHARCAMATA

La experiencia única del Alero Charcamata en el corazón de Santa Cruz

 


 

En las profundidades del noroeste santacruceño, lejos de las rutas turísticas convencionales, yace un tesoro arqueológico esperando ser descubierto: el enigmático alero Charcamata. Claudio Figueroa, guía y propietario de Zoyen Turismo, se convierte en el maestro de ceremonias de esta experiencia única, compartiendo sus conocimientos y pasión por este sitio milenario.

 

 

Ubicado a 90 kilómetros al sur de Perito Moreno, el camino hacia el alero Charcamata es una odisea en sí mismo. Figueroa detalla: “Se llega en vehículo, camioneta, 4×4 tiene que ser, porque se vadea un río, se cruza el río Pinturas. Así que se llega, sí o sí, en camioneta. No está abierto al público en general, sino que solo se puede explorar a través de excursiones organizadas”.

 

 

Los visitantes experimentan un viaje en el tiempo, por la naturaleza, con cañadones, flora y fauna, aventura, trekking, arte rupestre virgen y paisajes majestuosos, pasando por un puesto de estancia aislado, inmerso en un paisaje surrealista de estepas y cañadones.

El camino vehicular termina en la entrada de un cañadón, donde la excursión sigue a pie. A lo largo de una hora de trekking siguiendo el cauce del río, el visitante se va adentrando en el mundo de esos paisajes milenarios. “Antes de llegar al alero principal, ya vas viendo paredones con pinturas, que son más recientes que la de Cueva de las Manos, es un cañadón muy lindo, donde se pueden ver aves, águilas moras, cóndores”.

 

 

Entre la piedra y un arroyo, crece la típica vegetación esteparia que le da movimiento a este espacio rocoso que mide 81 metros de largo, 24 de alto y 45 metros de profundidad. El alero es una especie de hendidura en la parte baja de una pared rocosa que se formó al final de las glaciaciones por acción del agua derretida de los glaciares que fue socavando las montañas, y en su interior, cientos de manos, guanacos, pumas, choiques y figuras geométricas estampadas en sus paredes.

 

 

La elaboración y aplicación de la pintura era un proceso fascinante y singular. Utilizaban pigmentos de origen mineral, como el óxido de hierro deshidratado, que mezclaban con diversos líquidos, como agua, grasa e incluso sangre. Un ejemplo interesante de su técnica es cómo pintaban sus propias manos en estas cuevas y paredes rocosas. Según explican los que saben, para lograr esto, aplicaban la pintura en la boca y la sopleteaban con un hueso hueco, generando un efecto único y duradero en la superficie. Las representaciones de las manos se hacían en negativo, creando una silueta con la pintura.

 

Cuando se trataba de representar figuras más complejas, como guanacos u otros elementos de su entorno, se cree que empleaban sus propios dedos como pinceles. Esta técnica permitía una mayor precisión y detalle en sus creaciones, capturando la esencia de la vida en la tierra que los rodeaba.

Así, la antigua pintura no solo era una forma de expresión artística, sino también una manifestación de su profundo conocimiento de los materiales y las técnicas necesarias para plasmar sus pensamientos y experiencias en las paredes de su entorno. Estas obras de arte han perdurado a lo largo de milenios, brindándonos una ventana a su mundo y su forma de comunicación visual.

 

 

Lo que hace sea verdaderamente especial es su autenticidad. Figueroa subraya que “no hay valla, no hay cerca, nada que te separe de las pinturas. Es todo muy auténtico y original”.

Claudio explica que si bien este sitio arqueológico no es de acceso libre, obtuvo la habilitación para realizar estas visitas luego de haber presentado un Plan de Manejo en 2016, “y a partir de ahí, somos los únicos habilitados para ir”, explica y agrega que ya “son más de diez años transitados realizando esa excursión”. La declaración del Alero Charcamata como Monumento Histórico Nacional y Provincial en 2015 representa un paso significativo hacia su preservación y protección.

 

 

El regreso desanda el mismo camino que se hizo para llegar, entre caminata y vehículo. Toda la excursión, de dificultad baja, lleva unas ocho o nueve horas. El conjunto de sensaciones y emociones interpretadas por el turista que visita el Alero Charcamata puede describirse como una experiencia de turismo de naturaleza, completa.

 

 

FUENTE: AGENCIA AMBIENTAL