Hay gente que necesita silencio al despertar. La ciencia explica este fenómeno vinculado al cerebro, las emociones y la rutina diaria.
Despertarse no es lo mismo para todos. Mientras algunos inician la jornada con energía y predisposición para conversar, otros prefieren unos minutos de silencio absoluto. Este contraste, lejos de ser un capricho, tiene fundamentos en la psicología y en la manera en que nuestro cerebro se adapta al inicio del día.
Según especialistas, el despertar es un proceso fisiológico y emocional que implica pasar de un estado de reposo profundo a uno de plena conciencia. Para quienes necesitan más tiempo, hablar o escuchar palabras de inmediato puede resultar molesto, invasivo o incluso desgastante.
Este fenómeno está relacionado con los llamados “cronotipos”, es decir, los patrones biológicos que determinan si alguien es más activo por la mañana o por la noche. Las personas nocturnas suelen experimentar mayor irritabilidad al despertar, mientras que los matutinos tienden a estar más receptivos.
Pero no todo se explica por biología. También influyen:
Quienes se levantan con preocupaciones o ansiedad suelen necesitar un espacio de calma antes de interactuar con otros.
En la sociedad actual, donde prima la inmediatez y la comunicación constante, este tipo de conductas puede ser malinterpretada. Sin embargo, los psicólogos recomiendan respetar estos tiempos personales como parte del cuidado de la salud mental.
Momento clave para regular el humor de la mañana
El momento posterior al despertar también es clave para regular el humor del día. Estudios sugieren que una mala experiencia apenas abrimos los ojos como, por ejemplo:
Estas acciones pueden predisponer negativamente a la persona durante horas. Por eso, comprender y aceptar estas diferencias ayuda a mejorar la convivencia en los hogares y a prevenir conflictos innecesarios, ya que, al final, se trata de reconocer que cada individuo tiene su propio ritmo para comenzar la jornada.
La psicología también resalta que crear rutinas de despertar más amigables como, por ejemplos:
Todas pueden facilitar el proceso y disminuir la incomodidad de quienes no toleran hablar al instante.
En este sentido, no se trata de ser antipático ni de tener mal carácter, sino de un fenómeno natural que combina aspectos biológicos y emocionales. Reconocerlo es el primer paso para respetar los tiempos de cada uno y promover una convivencia más armónica.
FUENTE: Noticias Argentinas
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