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Luciano
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A VELA EN EL GLACIAR

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A VELA EN EL GLACIAR

Yago Lange navegó en el glaciar para crear conciencia ecológica

 
 
“Todavía siento esa energía, la siento en mi cuerpo”, dice dos días después de su proeza y mientras su celular no deja de vibrar con las repercusiones de los videos y fotos que subió en Instagram.
 
Yago Lange usó toda su experiencia en el alto rendimiento para planificar su expedición al glaciar. 
 
Mientras el resto del país ardía en una ola de calor, Yago navegó en wing foil en el Canal de los Témpanos del Lago Argentino, bajo la sombra del imponente Glaciar Perito Moreno. El wing foil es un deporte nuevo que combina elementos de surf, windsurf y kitesurf. Se utiliza una vela y una tabla montada sobre un ala que, al ganar velocidad, la eleva sobre el agua. Yago fue el primero en foilear -así se llama esta nueva manera de navegar- frente al glaciar. La travesía fue el mayor hito en su naciente carrera de aventurero náutico y guerrero ambiental. “Como atleta y como navegante, quiero dar todo lo que pueda para cuidar el agua, que es lo que siempre disfruté”, dice en un video que grabó segundos después de salir del agua, con una nevisca de fondo.
 
Yago tiene 33 años y es el hijo mayor de Santiago Lange, el triple medallista olímpico y eterno navegante que, con 60 años, por estos días se entrena para intentar clasificar a los Juegos Olímpicos de París 2024.
 
Aquel legado familiar hizo que Yago siempre estuviese cerca del agua. Siguió la senda de su padre y, junto a su hermano Klaus, compitió en los Juegos Olímpicos de Río en 2016. Quedaron séptimos en 49er, la más atlética de las categorías de vela.
 
El wing foil es un deporte nuevo que combina el surf, el windsurf y el kitesurf.
 
 
Luego de aquel promisorio debut, Yago y Klaus siguieron entrenando y compitiendo con el objetivo de estar en los Juegos de Tokio, pero no lograron la clasificación. “Con Klaus trabajamos durante ocho años y estuvimos cerca, pero no se dio”, recuerda Yago sobre ese proceso trunco. Durante las competencias de Tokio, en las que sí participó su padre, se exilió en Bariloche y miró los eventos de manera intermitente. “Tenía un dolor interno”, recuerda.
 
De aquella frustración, sin embargo, salió el impulso que lo convirtió primero en un impulsor de causas ambientales y luego, en un aventurero náutico. Yago comenzó tímido, convocando voluntarios por redes sociales para limpiar segmentos de la costa norte del Río de la Plata, donde se juntan plásticos y todo tipo de basura. La iniciativa fue un éxito y las limpiezas cada vez fueron más masivas. Multiplicó la experiencia con charlas en los colegios sobre la protección de la naturaleza. En 2020, recluido por la pandemia, comenzó a empujar proyectos de compost comunitarios.
 
 
Con curiosidad y tono de aprendiz tenaz y bien intencionado, Yago fue contando su proceso en Instagram. La red social funciona como diario de su viaje ambiental y espacio de militancia. Desde allí, empuja esquemas de consumo sustentables y amor por la naturaleza. Su postulado es simple pero efectivo. Como navegante, el agua fue siempre su patio de juegos y, cansado de ver ríos y mares repletos de basura, busca crear conciencia para su protección. “No fui a los Juegos de Tokio, pero este camino que tomé hace unos años me llena de orgullo”, dice a La Nación.
 
El quiebre con su pulsión competitiva y de alto rendimiento fue, por el momento, total, pero no su pasión por el agua. Hace un año Yago descubrió el wing foil y pudo volver a conectarse con su medio favorito. “El foil me volvió a dar esa energía que siempre sentí en el agua”, explica.
 
 
A diferencia de las disciplinas olímpicas donde competía, donde primaba el método, la preparación y el rendimiento, el espíritu del foil es más libre, parecido al de los surfistas. Este enfoque lúdico está alineado con el ánimo actual de Yago, que con la pandemia se instaló en las afueras de Mar del Plata. “Quiero estar cerca de la naturaleza y aprender de ella”, explica.
 
Durante esos días de surf y wing foil ideó el proyecto de navegar en áreas naturales protegidas y lugares remotos para documentar su aventura y crear conciencia ecológica. La idea es que es más fácil cuidar aquello que se conoce. Mediante sus videos en Instagram, Yago busca acercar los glaciares y otros espejos de agua a la mayor cantidad de gente posible.
 
 
La última de sus aventuras -que contó con el apoyo de Parley, un ONG que trabaja en la protección de los océanos- comenzó el 25 de diciembre cuando Yago arrancó un viaje en auto a Bariloche. Allí se unió a Marko Magister, un fotógrafo con el que ya realizó otras expediciones y con el que formó un aceitado equipo de viajes y trabajo. Recibieron el año navegando con una tormenta en el Nahuel Huapi, un anticipo de lo que los esperaba en Calafate.
 
Junto a Marko y su novia, Mía Morrone, el 7 de enero arrancaron rumbo a los glaciares. Viajaron en auto y durmieron en carpa, refugios o posadas. Buscaron lagos donde poder navegar y el 10 de enero llegaron a Calafate. Allí comenzaron las gestiones con Parques Nacionales para que los autorizasen a navegar en la zona de glaciar. Mientras tanto, Yago estudiaba el pronóstico del viento y se mentalizaba para la aventura. “Toda mi experiencia competitiva me sirvió para planificar y no cometer errores”, dice.
 
El último sábado, a las 7 de la mañana, Yago y Marko ya estaban en la costa, esperando la ventana de viento pronosticada. “Navegué concentrado y con confianza. Disfruté mucho y estaba muy consciente de mi cuerpo y de dónde estaba”, recuerda.