CASI CUATROCIENTOS MIL MILLONES DE DEFICIT
PRESUPUESTO 2026: EL GOBIERNO PIDE PARA SEGUIR GASTANDO LO QUE NO TIENE
El proyecto de Presupuesto 2026 llega a la Legislatura con la misma lógica que acompaña al Gobierno desde que asumió: pedir fe, evitar preguntas incómodas y sostener un Estado que gasta más de lo que recauda desde hace años. No hay grandes sorpresas, pero sí un dato que atraviesa todo: la provincia arranca el año con un agujero de más de $339.820 millones, casi el 12% de los recursos proyectados. Es un presupuesto que ya nace en rojo y que, lejos de corregir el rumbo, profundiza una estructura que se come a sí misma.
La provincia destina 98 pesos de cada 100 a gastos corrientes: salarios, jubilaciones, contratos, subsidios, combustible, funcionamiento diario. El Estado vive para pagarse a sí mismo. La inversión real, la que puede cambiarle la vida a la gente, arreglar rutas, mejorar hospitales o terminar una obra, casi no existe: apenas 1,9% del gasto total. Lo que se presenta como “plan de gobierno” es en realidad un enorme presupuesto de mantenimiento.
Para que esa maquinaria siga funcionando, el Gobierno dibuja un escenario económico que no se sostiene ni con buena voluntad. Se proyecta un crecimiento nacional del 5%, precios internacionales del petróleo, del oro y de la plata en niveles ideales, y un flujo de coparticipación estable como si la Argentina no estuviera atravesando una de las etapas más volátiles de las últimas décadas. Parecen dos países distintos: el que describen los supuestos macroeconómicos y el que muestran los datos reales, donde la recaudación provincial cayó 12,94% en términos reales el último año. Un optimismo más cerca del relato que de la contabilidad.
Los ingresos propios, además, están sostenidos casi exclusivamente por Ingresos Brutos. No hay diversificación, no hay modernización tributaria, no hay incentivos a la producción. La provincia es adicta a la coparticipación nacional y a lo que le dejen las regalías del oro, la plata y los hidrocarburos, un combo demasiado volátil como para basar allí un presupuesto entero. Cuando la economía nacional se resfría, Santa Cruz se queda en terapia.
Pero el dato más delicado está en el financiamiento: se proyecta tomar deuda nueva por $356.812 millones, una cifra superior incluso al déficit. Y no es deuda para obras, ni para desarrollo, ni para infraestructura. Es deuda para pagar gastos corrientes: sueldos, funcionamiento, subsidios y compromisos básicos. La provincia vuelve a la receta de siempre: endeudarse para vivir, no para crecer. Es como pedir un crédito para pagar la tarjeta, sabiendo que la tarjeta nunca baja.
El capítulo de las empresas provinciales es otro agujero negro. Presentan ingresos por más de $500 mil millones, pero necesitan $174 mil millones en subsidios para funcionar. Nadie explica cómo se van a ordenar, qué metas de eficiencia tendrán, qué cambios se proponen. Año tras año, se les transfiere dinero sin pedir resultados. Es un Estado que tapa pérdidas sin revisar causas.
Mientras tanto, el propio Gobierno sigue expandiendo el gasto político sin sonrojarse. En un contexto donde la inversión se reduce al mínimo, se crean nuevos cargos, se suman jueces al Tribunal Superior, aparecen asesores VIP, y se incorporan más vocales al Tribunal de Cuentas, todos con sueldos millonarios que poco tienen que ver con la austeridad que se pregona en los discursos. El Estado pide sacrificio hacia abajo, pero multiplica cargos hacia arriba.
Con los municipios ocurre algo similar. Muchos no pagan los aportes a la CPS y la CSS, pero igual reciben un aumento de coparticipación de $102.757 millones. No hay condicionalidad, no hay reglas, no hay incentivos para ordenar cuentas. La provincia sigue premiando a los que administran mal y cargando la mochila en quienes sí cumplen.
Y como si todo esto fuera poco, el presupuesto reserva una montaña de dinero en el clásico cajón sin nombre: Obligaciones a Cargo del Tesoro. Más de $400 mil millones administrados sin el nivel de detalle que permitiría saber a dónde va cada peso. Allí adentro entra de todo: transferencias discrecionales, pagos extraordinarios, refinanciaciones, asistencias. Es el lugar donde las preguntas no tienen respuesta.
En definitiva, lo que debería ser un plan estratégico para ordenar la provincia y prepararla para los próximos años es apenas una continuidad del mismo esquema que viene fracasando hace una década: más gasto rígido, más dependencia de Nación, más deuda para sobrevivir y menos inversión para crecer. No hay reforma, no hay modernización, no hay cambio. Hay inercia, pura y dura.
El Gobierno pide que se apruebe rápido. Que no se miren demasiado los números. Que se confíe. Pero el Presupuesto 2026 no ofrece un horizonte claro ni una idea de futuro. Solo promete seguir haciendo lo mismo, aunque la realidad diga que así ya no se puede más.