Sebastián Tresguerres.-
NOTA DE OPINIÓN DE SEBASTIÁN TRESGUERRES
Coronavirus parte 1: el arma indirecta del covid y la cambiable ideología opositora.
Una particularidad notable que tiene el coronavirus es la amplia variabilidad en los efectos que produce en la salud de distintas personas. A muchos casi ni los afecta, pero a muchos otros los tortura o los mata. Esta variabilidad es su arma indirecta, un arma sociopolítica más que biológica: mete la cuña en las sociedades.
A nivel individual, hace que quienes se autoperciben como de bajo riesgo, y además son irresponsables y poco empáticos, se cuiden menos y cuiden menos a los demás. Y a nivel político, hace que sea más discutible, entre los distintos sectores políticos, la determinación del punto de balance preferible entre el cuidado de la salud pública y la economía.
Con virus como la viruela (antes de que tuviera una vacuna), todos podían morir o enfermarse gravemente, incluidos los niños, lo cual generaba más responsabilidad “a la fuerza”: no quedaba otra que cuidarse y acatar. Con virus como la gripe común todos podemos contagiarnos, pero es menos mortal, entonces las irresponsabilidades se pagan menos caras, porque los efectos de la gripe son menos pandémicos que los del covid.
Con el coronavirus, las personas que se contagiaron y tuvieron síntomas leves, y las que se autoperciben como de bajo riesgo, tienen que tener la capacidad social de la empatía, entender que no todos somos iguales, que existen los otros distintos a uno, los que pueden enfermarse gravemente o morir, y que no hay ficción a pesar de que a uno no le haya pasado nada.
Es probable que las sociedades menos cohesionadas y menos empáticas sufran más estos efectos de cuña social que produce el virus. Si así fuera, podría estar justificado que distintos países tengan distintos tipos de cuarentenas. Quizás las sociedades permanentemente desunidas y no empáticas necesiten cuarentenas también más permanentes.
Libertad y la ilusión oportunista del argentino responsable
Los sectores liberales y republicanistas de la Argentina solían creer que los argentinos conformamos una sociedad irresponsable. Se han cansado de citar a Carlos Nino y su descripción de la “anomia de los argentinos”. Siempre envidiaron a las sociedades ordenadas de países del primer mundo, y siempre se han quejado de que los argentinos somos irresponsables, evasores y rompe-reglas. Con el coronavirus todo eso cambió. Ahora los argentinos, de repente, somos ciudadanos muy responsables, tan responsables para cuidarnos que no necesitamos ninguna cuarentena ni sermones gubernamentales, y la culpa de los contagios la tiene sólo el gobierno. Dictaminaron que este gobierno es una infectadura que se combate con banderazos en fechas patrias. Un remero rompió la cuarentena y se convirtió en rockstar, en un ídolo a la altura de Hayek y Von Mises, por haber roto una regla “infectototalitaria”. Ahora los argentinos no sólo somos responsables, además romper reglas es un canto a la libertad.
En cuanto a nuestros opositores provinciales, se observa que van acoplándose y copiando los artefactos discursivos de los opositores nacionales, también los artefactos contradictorios. Recordemos que cuando Eduardo Costa perdió las últimas elecciones, desde su sector esbozaron la idea de que perdieron porque los santacruceños tienen y quieren tener la Santa Cruz que se merecen (palabras más palabras menos). Una especie de “anomia electoral de los santacruceños”. Ahora, de repente, los santacruceños somos tan responsables que no necesitamos cuarentenas, ni multas, ni restricciones, y ya no merecemos más a este gobierno provincial que tenemos.
También copian líneas menores, como la figura del “terror sanitario”, que utilizaron para calificar la campaña de concientización de la municipalidad de Río Gallegos que mostraba en carteles callejeros el número de fallecidos por covid.
Travesía, banderazos y giro
Hacia fines de abril la oposición empezó a tener una postura más contestataria de la cuarentena, a pedir más aperturas, menos restricciones, y una mayor presencialidad física de los legisladores en las legislaturas y de los funcionarios en las distintas instituciones de la república, etapa inaugurada con la, titulada así por ellos mismos, “travesía por la democracia”. Pero no mucho antes, pasando mitad de marzo, cuando casi no había casos detectados de coronavirus en Santa Cruz, Roxana Reyes (que participó en la citada travesía) opinaba que “el cierre preventivo del Casino Club y suspender la concurrencia de docentes y empleados públicos a sus lugares de trabajo es una medida tan básica como urgente. Pero además creo que se debe implementar una paralización total de las actividades públicas, actos y reuniones organizadas por el Estado tanto municipal como provincial”. (https://laprensadesantacruz.info/2020/03/18/reyes-pide-que-se-cierre-el-casino-de-gallegos-y-se-suspenda-la-concurrencia-docente-a-las-escuelas/)
La cito a Roxana porque salta inmediatamente al googlear, pero esto aplica para otros opositores también. En ese contexto de marzo, el CPE pretendía que los docentes concurrieran a los establecimientos a delinear los planes de acción educativa para el año, y los docentes se negaban a hacerlo por miedo a contagiarse. Entonces, muchos opositores defendieron con ahínco esa postura de cerrar más y tenerle miedo al virus; pero ahora que los hospitales están abarrotados de enfermos les parece mal que no haya clases.
La ideología real de la oposición, no la teórica, es criticar todo, es criticar demasiado. Si hay multas, es porque hay multas. Las multas son opresoras de la libertad. Pero pedían encerrar compulsivamente a los contagiados y sospechosos de contagio en albergues y hoteles. ¿Poner multas es oprimir la libertad y encerrar compulsivamente a los contagiados en hoteles no?
En esta primera parte de la nota, dedicada a temas conceptuales, me centré en criticar más a la oposición porque es el sector político en el que veo más contradicciones conceptuales. En la segunda parte de la nota hablaré de cuestiones más operativas.