Una amistad marcada por la meseta del Lago Buenos Aires.
En Santa Cruz, tres amigos forjaron una amistad que nutrieron de muchos momentos compartidos al aire libre. Las experiencias en la naturaleza se grabaron tan profundo que esos vínculos perduraron y se fortalecieron en el tiempo.
Mariano “Cholo” Bertinat, Ignacio “Kini” Roesler y Pablo Hernández. Tres nombres que en el universo ambiental patagónico resuenan y mucho. Es que cada uno ha desarrollado una robusta carrera dentro de su profesión, y aun cuando las distancias geográficas los mantienen alejados algún tiempo, cuando vuelven a juntarse la amistad sigue intacta.
“Con Mariano (Bertinat) nos conocimos en el Hispano, jugando al básquet cuando éramos chicos. Estábamos todo el día en el club”, cuenta Pablo Hernández, guardaparque, guía, fotógrafo y miembro del Programa Patagonia de Aves Argentinas. “Siempre midió el doble que el resto. Era malísimo. Como era tan alto, bajaba los brazos y me mataba a codazos en la cabeza”, se ríe. Aclara que con el tiempo, fue reconocido como uno de los mejores jugadores del Club Hispano Americano en Río Gallegos.
Las actividades del club incluían acantonamientos, campamentos, viajes, todos momentos que fortalecieron esa relación. “Cuando nos fuimos haciendo más grandes, acampábamos con otros amigos, nos gustaba pescar. A veces renegábamos con nuestros papás para que nos acerquen en auto hasta la Toma de río Chico. Pasábamos uno o dos días, pescando, inventando historias de terror”.
Pablo entiende que esas experiencias en contacto con la naturaleza, con sus paisajes y sonidos, los hicieron valorar más esos lugares. “El club nos enseñó muchos valores, a crecer en equipo, no solo para la cancha, sino para la vida en general”, recuerda.
Con el tiempo de crecer y los estudios superiores llegaron las distancias geográficas. Sin embargo, muchos años después, la primera campaña por un “bichito” único en el mundo, los volvería a reunir.
Luego de darse cuenta de que la psicología no iba a ser lo suyo, Hernández comenzó a estudiar la carrera de guardaparque. “Volvía cada verano a El Chaltén a trabajar de lo que fuera: asistente de guía, rellenador de garrafas, descargaba camiones. Cuando llevábamos la carga a distintos campamentos, era feliz en los caminos tratando de identificar el canto de los pájaros”, recuerda.
Por esos años llegaría a Santa Cruz un momento bisagra en materia ambiental, con los trabajos por la conservación del Macá Tobiano (Podiceps gallardoi), una pequeña ave zambullidora endémica, descubierta por el científico Mauricio Rumboll.
En 2010 tomaría forma la primera campaña del Macá Tobiano. Habían llegado a Santa Cruz Mauricio Rumboll, Santiago Imberti, Hernán Casañas, “que eran eminencias en el mundo de las aves. Los escuchaba hablar y los sentía como superhéroes”. Pablo fue convocado para trabajar en el campo: “Para mí era un sueño”, recuerda.
El primer encuentro fue en El Calafate. Bertinat y Hernández volvieron a juntarse. “Era mi primer año como guardaparque, estaba nervioso”. Se congregaron científicos, biólogos, expertos de todo tipo, “gente muy grosa”. Entre ellos apareció Ignacio “Kini” Roesler.
Las salidas al campo se daban en grupos. “Con “el Cholo” nos juntamos enseguida que nos vimos y Kini se fue acercando. cuando había que acampar, guitarreábamos, nos reíamos mucho”. El trabajo que realizaron en el campo es durísimo, en condiciones muy adversas, “pero siempre con buena onda”, cuenta el guardaparque.
Si hay algo que es infaltable en ese tipo de tareas son las caminatas. Los muchos kilómetros produjeron todo tipo de anécdotas. En una de esas jornadas, “cuando llegamos a la zona del río Capital, teníamos que hacer una caminata de unos 10 km para llegar a la laguna, mirar si había macás y censarlos. Armamos campamento, y salimos al otro día a recorrer”. El viento, presente como siempre, ese día trajo una tormenta de lluvia muy fuerte que se mantuvo todas las horas que estuvieron caminando. “¡De tan mojados que estábamos se nos caían los pantalones! Me acuerdo que íbamos los tres muertos de risa. Llegamos empapados”. Ese año realizaron muestras de tres lagunas diferentes. “Estuvimos unos 10 días siguiendo esos nidos, nos levantábamos temprano, censábamos, estábamos todo el día mirando los bichos y tomando mate”.
Cuando Pablo se recibió, volvió a Río Gallegos y empezó a trabajar en la Reserva Natural Urbana, que manejaban en conjunto la Asociación Ambiente Sur y el municipio. Eso le permitió seguir en las campañas del Tobiano que se hicieron cada año, “Empezamos a tener una comunicación más fluida con Kini”, reconoce.
El trabajo decidido y con mucho esfuerzo conjunto entre expertos, organizaciones y el Estado se cristalizaron en la creación del Parque Nacional Patagonia, que implicó un área de conservación fundamental para el Macá Tobiano y todas las especies que allí se encuentran. “Sin darnos cuenta, la amistad siguió creciendo y seguimos laburando juntos”.
Sobre las características de sus amigos, Pablo, el más “campero” de los tres, dice “que los amigos aparecen y por esas cosas de la vida uno se siente cómodo y elige compartir con ellos. Un amigo es uno mismo, pero en otro cuero”, dice citando a Yupanqui.
Si bien la cuestión ambiental los une, como en toda relación, hay diferencias. “A veces parecería que llegamos a discutir a muerte sobre un tema. Sin embargo, a los dos minutos, ya nos estamos riendo, no pasó nada, y podemos seguir hablando de otra cosa”, explica Pablo, que agradece estas particularidades, porque “cuando hay cuestiones políticas que por ahí no las entiendo, me gusta preguntarle a Mariano, me ayuda a ver otro punto de vista. Si hay algo más del aspecto científico, se lo pregunto a Kini. Yo soy más instintivo, más impulsivo”, reconoce. “Me gusta escucharlos y tener una mirada un poco más abierta. Eso es lo interesante de trabajar en equipo”, reflexiona.
Capacidad de observar, de asombrarse y de seguir aprendiendo unos de otros, son características que unen a estos tres profesionales del ambiente, que siguen compartiendo los gustos por salir al campo, guitarrear, sacar fotos y reírse mucho.
“Creo que los tres hacemos lo que hacemos porque lo sentimos, porque nos nace. Esta amistad se alimenta de esa pasión por lo que hacemos”.
Dicen los expertos que para los niños, la naturaleza es una excelente medicina y aula de aprendizaje a cielo abierto. Y como apunta Pablo, “tener esas experiencias en edades tempranas es lo mejor que hay, son cosas que te marcan. El contacto con ella mejora la salud, la capacidad de atención, te ofrece una experiencia sensorial completa. Es fundamental para sentir que somos parte de esta casa común, y que es importante cuidarla”
Actualmente, el Programa Patagonia es reconocido dentro de los proyectos más grandes de conservación a nivel mundial. Ignacio Roesler es coordinador del Programa Patagonia de Aves Argentinas y director científico de la Asociación. Mariano Bertinat es secretario de Estado de Ambiente de la provincia de Santa Cruz y Pablo Hernández integra el equipo de Educación Ambiental provincial y el trabajo de campo del Proyecto Macá Tobiano.