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20 AŃOS DE LA ESCUELA-ORQUESTA

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20 AŃOS DE LA ESCUELA-ORQUESTA

La escuela-orquesta de Santa Cruz que se resistió a su cierre y ahora celebra sus 20 años

 

La Escuela Provincial de Música de esa provincia se creó en 2004 y sumó instrumentos en una región donde sólo se podía estudiar piano o guitarra.

 

El gobierno quiso rebajarla a “programa”, pero la comunidad lo rechazó y hoy continúa abierta. 

 

El sábado se inaugura un nuevo ciclo lectivo.

 

Los primeros acordes de la Quinta Sinfonía de Beethovense escucharon en un auditorio repleto de Río Gallegos. La orquesta del barrio que había nacido con 15 instrumentos nueve años atrás, estaba escribiendo su propia historia. Aquella emblemática pieza sinfónica, nunca había sido interpretada en Santa Cruz y bajo la batuta de Mariano Mosso, la obra también conocida como Sinfonía del Destino (quizás premonitorio), emocionó a los presentes.

 

 

Ese día el fundador de la orquesta-escuela se dio cuenta que su sueño tenía un sonido propio. Aquel proyecto cumplió recientemente veinte años. Cuando como institución se disponían a celebrar dos décadas de historia signada por la música sinfónica, el Consejo Provincial de Educación les informó que no iban a continuar como Escuela Provincial de Músico, sino sólo como un programa. La decisión cancelaba la oportunidad para una inmensa cantidad de hogares en distintos puntos de la provincia, de acceder a una educación musical para sus niños. De forma armónica, como en un concierto, las voces de los padres y docentes resonaron, se hicieron escuchar y el Gobierno de Santa Cruz tuvo que dar marcha atrás. Este sábado finalmente, gracias a esa defensa colectiva, inauguran el ciclo lectivo.


Una institución educativa cobra vida cuando trasciende sus propias paredes. A Mariano Mosso, fundador de la orquesta del barrio que se transformó a lo largo de veinte años en una Escuela Provincial de Música, le gusta usar la palabra “territorialidad”. Salir del edificio, construir vínculos con la comunidad y la música es el vehículo. Todo se reconfigura. La educación adquiere dinamismo y más actores: las familias comprenden que son indispensables en los procesos formativos de sus niños y niñas; el alumnado entiende y así se los hacen sentir, que son parte indiscutible de la construcción diaria junto a los docentes como engranajes de esa dinámica. Todos tienen un rol, todos lo asumen y se embarcan en la compleja aventura formativa.

 

La música no es una excusa ni un pasatiempo. Es la razón de ser de la Escuela Provincial que supera los 900 alumnos en las seis ciudades donde funciona. Se trata de una propuesta pedagógica inédita en suelo santacruceño, con planes de estudio que aún aguardan la aprobación de la autoridad de aplicación de la provincia, con personal docente que se formó dentro de la propia orquesta sinfónica, alumnos que tienen incentivos para avanzar en su formación porque este “tren con varios vagones”, como describe Mosso, es una institución con visión a largo plazo.

 

 

La metáfora del tren y sus vagones, vinculados todos entre sí bajo un plan educativo institucionalizado, aparece en reiteradas ocasiones durante la charla con el rector de la Escuela y su vicerrectora, Susana Peralta (también egresada del Conservatorio Provincial de Música). La imagen refiere a una estructura consolidada respaldada en su trayectoria y propuesta pedagógica, una institución en constante movimiento, que incentiva a sus estudiantes a avanzar entre los vagones durante el proceso de formación musical.


Pablo Díaz tiene 24 años. Terminó el año pasado su formación en la Orquesta Académica del Teatro Colón y actualmente, integra la Banda Sinfónica de la Ciudad de Buenos Aires. Recordó en una charla con Clarín, su paso por la orquesta del barrio. “Para mí significó todo lo que soy hoy en día, porque gracias a la orquesta me enamoré del chelo. Me dio mucha tristeza saber que quisieron cerrar la Escuela, estoy totalmente en contra de esa medida ya que en la provincia no hay tantas instituciones que se dediquen a dar clases de instrumentos de orquesta. Los profesores son muy capacitados, conozco pocos mejores que ellos. La orquesta hizo crecer mucho a los profesores y a los alumnos, fuimos creciendo juntos. Era una comunidad en la que iban aprendiendo todos al mismo tiempo y eso generó algo muy fuerte”.


Todos juntos. Así creció la orquesta del barrio hasta convertirse en la propuesta pedagógica de la orquesta-escuela. Mariano Mosso retoma la idea de su ex alumno y vuelve a la metáfora del tren. “La oferta abierta de ingreso como oportunidad educativa desde temprana edad, pero sin ser prohibitivo, es decir niños y adolescentes deben poder acceder por igual”. Pero esa maquinaria en funcionamiento, requiere de un patrimonio instrumental donde se pone en juego la responsabilidad de los alumnos sobre su herramienta fundamental. Cuidarlo les permitirá progresar, llegar a cada ensayo y ser parte de ese enorme colectivo de sonidos diversos que se reúnen para fusionarse.


El tren tiene más vagones: Un equipo humano docente en permanente formación. Una agenda rica de funcionamiento, es parte de esa maquinaria en funcionamiento, son las actividades de las que participa la comunidad.


La orquesta-escuela se diversifica como parte de ese permanente movimiento: hay conjuntos de percusión, de cuerdas, de vientos, entre otros. La ambición para muchos es la Sinfonietta, la orquesta de cámara que integran docentes y alumnos avanzados, donde se concursa cada dos años. Refleja el resultado de un recorrido de aprendizaje.


En su rol de vicerrectora y siendo parte del staff hace diez años, Susana Peralta reflexiona sobre los tres pilares del proyecto: lo educativo, lo cultural y lo social. “Enseñando, articulando con la comunidad en la gestión y promoción de los eventos, y lo social que responde a ese entramado que funciona con los chicos en el encuentro propiamente dicho, de los ensayos, cómo interactúan, con sus tiempos de esparcimiento también”.

 

El origen

La génesis de esta Escuela Provincial de Música, de este tren, se remonta a 2004. En aquel entonces la única posibilidad de estudiar música formalmente, en Santa Cruz, era el Conservatorio Provincial con dos posibilidades de instrumentos: el piano o la guitarra. Esas opciones se ampliaron sustancialmente cuando Mosso, regresó a Río Gallegos con un ambicioso sueño: que la ciudad tenga una orquesta, que suenen otros instrumentos, que otro repertorio se interprete. “Era la apertura a la diversidad instrumental, la apertura territorial. Es decir, no estoy cerrado a cuatro paredes, sino que lo abro. Y eso es una característica identitaria del proyecto que es educativo”, cuenta en diálogo con Clarín.


En 2004 gracias a un programa de Cultura de la Nación, llegaron a Río Gallegos -por primera vez- quince instrumentos: violines, violonchelos, flautas y clarinetes. Sus sonidos retumbaron en las paredes de la Escuela 58 de la capital santacruceña. Entonces, eran apenas 40 niños y niñas deseosos de experimentar con la música. Conocían otros instrumentos, jugaban con ellos, pequeños músicos. Fue un semillero.


Cada sábado dedicaban horas y horas al conocimiento del instrumento, tenían la responsabilidad de cuidarlos, estudiaban teoría musical, también hubo una etapa de trabajo desde la expresión corporal. Con el tiempo, la familia se agrandó y la orquesta sonaba cada vez más sinfónica: se sumaron las violas, los contrabajos, los oboes, fagotes y la percusión.


Así comenzó esta historia que, por primera vez, crujió cuando las autoridades del área artística del Consejo Provincial de Educación, informaron que convertirían la institución en un programa de Orquestas Infanto Juvenil, dejando de lado la actual propuesta pedagógica que impacta en unos mil alumnos, con ocho sedes en toda la provincia. Al bajar el rango, lo que se temía en la institución, era la pérdida de la actual estructura, los cargos directivos como los docentes.


Fue la comunidad educativa la que se hizo escuchar y ante el titular de la cartera educativa, Daniel Busquet, manifestaron la relevancia de no dañar la estructura vigente. El presidente del Consejo sostuvo tras la reunión que “la Escuela seguirá funcionando tal como lo venía haciendo hasta ahora”. En diálogo con Clarín remarcó este concepto: “Es un tema superado. Vamos a trabajar hacia adelante porque es una institución que tiene mucha aceptación en la comunidad y desarrolla un rol importante. Hay que pensar en cómo avanzar hacia adelante y trabajar en lo que se puede mejorar”.


Pensar en la Escuela Re Si como un programa, posiblemente, era reducirla a un sólo vagón de ese enorme tren en el que se convirtió durante veinte años. Difícil omitir esa historia. Eso hacen las instituciones educativas, construyen historia, trascienden la temporalidad de un programa para forjar identidad, terminan siendo apropiadas por quienes le dan vida. ¿Cómo ponerle punto final a una bitácora de viaje cargada de conciertos, de niños que eligieron dedicarse profesionalmente a la música, de más conciertos, de familias que acompañaron todo ese recorrido? Imposible. La Escuela Re Si parece reafirmarse en su propio nombre.


“La orquesta del barrio (como se la conoció en sus orígenes) es mi refugio de paz, tranquilidad y de expresión”, dice Diego López. Fue uno de los alumnos fundadores, hoy tiene treinta años. Hoy es profesor en la escuela, es el concertino de la Sinfonietta (el primer violín) y encargado del Taller de Luthería (necesario para garantizar el cuidado y mantenimiento de los instrumentos). “Pienso que si las cosas funcionan bien, no se tienen por qué destruir, quizás aportar para el crecimiento y mejorar cosas, pero dejándolas que sigan funcionando, pero a veces quienes ingresan con las nuevas gestiones políticas, no tienen el tiempo suficiente para enterarse de toda la situación y del funcionamiento: abarcamos muchas localidades, son ocho sedes. Cerrar todo no era una buena idea, somos de las pocas orquesta a nivel país que logró salir de ser Programa a ser Escuela. Venimos trabajando hace años, y presentando los planes de estudió para su análisis correspondiente para lograr que se formalice y así certificar los años de estudios de los alumnos que pasan por la Escuela”, contó a este medio.


Cuando la noticia llegó a la institución, el desconcierto fue absoluto. La organización de los docentes abrazando la visión de la orquesta-escuela, y las familias reclamaron ante las autoridades provinciales y el presidente del Consejo de Educación, Daniel Busquet informó que la Escuela seguiría con sus puertas abiertas. La comunidad de la institución se hizo escuchar. Comenzó, entonces, la planificación del inicio del ciclo lectivo (un mes más tarde de lo pautado) donde los protagonistas serán los niños, la orquesta, la música.


¿Qué le aporta una orquesta al niño? Mariano Mosso no tarda en responder, lo vio durante veinte años, experimentó de primera mano lo que ese sistema colectivo produce en los alumnos. “Hay un sistema funcionando y para el niño ser parte de ese sistema y ver a sus pares en él, el juego de hacer música, el de escuchar, de dejarse impactar por el arte, por la música de una manera muy directa. Esto no es poner play en una pantalla, están ahí adentro y son parte. El proceso educativo, es una experiencia directa”.


Nada queda circunscripto a una partitura. Con el aprendizaje de los instrumentos los niños adquieren hábitos de estudio, disciplina. No es sólo ejecutar notas, es todo lo que se pone en juego durante la interpretación y cuánto más cuando ésta es colectiva. El silencio es otro valor indiscutible ligado a la música. No es un contrasentido. Allí está, indicado, en las partituras y es parte. Los niños, los adolescentes que integran la orquesta lo entienden, lo disfrutan.


“Al niño le aporta un grado de conmoción interior muy peculiar, lo conecta con la sonoridad de la orquesta. Es un proceso donde ellos forman su sonido con el sonido de los demás, y hace otros aportes en términos de lo que implica participar de la orquesta: la disciplina, la capacidad de escucha, de espera, de saber cuándo te toca a vos. Es un mundo de habilidades concretas que se desarrollan y cuando las sistematizamos el resultado final es mejor, porque lo hicimos todos juntos. Aportan un sonido en función del sonido de los demás, y la comprensión es que la música que podemos hacer todos juntos. Ese es el resultado”, concluye la vicerrectora, Susana Peralta.


Todos juntos, envueltos en esta dinámica, este sábado la orquesta volverá a sonar en el Barrio San Benito -una zona de la ciudad que reúne a más de 40.000 vecinos-. Para este inicio de ciclo lectivo, se reunirán las tres sedes que hay en Río Gallegos (más de 80 alumnos): la Banda Sinfónica, la Orquesta del Barrio que funciona con tres niveles, Charitos (iniciales), Cauquenes (intermedio) Maca Tobiano (avanzados), y la orquesta Latinoamericana. El Himno Nacional sonará en su versión sinfónica, no sólo en la capital santacruceña, sino en las demás localidades: El Calafate, Puerto Deseado, Río Turbio, Pico Truncado y Caleta Olivia. Una propuesta pedagógica extendida. Una orquesta que suena en distintos rincones de la provincia. Un sonido propio que se construyó a lo largo de veinte años.


Fuente: CLARIN

 

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